Hechos 20:28 — “La Iglesia de Dios o la Iglesia del Señor”: Un análisis textual y teológico

Un estudio comparativo del texto Receptus y el códice Sinaítico, un análisis contextual del hebreo y como podemos entender el texto hoy. 

Por Jose M Suazo, un teólogo adventista del séptimo día

I. Introducción

El mundo cristiano actual esta un tanto dividido en cuanto a que versión de la biblia es mas fiel a las enseñanzas proféticas y apostólicas. Hacia el siglo XVI en los albores de la Reforma Protestante surgió lo que conocemos hoy día como El Texto Receptus, que significa "El texto Recibido", Aunque no se conoce exactamente su evolución y su final compilación, lo que si se conoce es eso, que fue una compilación de varios textos antiguos. La Reforma Protestante comenzó a usar este texto debido a que era el mas confiable hasta ese momento del que se disponía. Otros textos antiguos o no se habían descubierto aun o estaban bajo el poder de la iglesia Católica, esto hacia que estos manuscritos no tuvieran gran aceptación entre los reformadores.

A finales del siglo XVIII comenzó una revolución de traducciones de la biblia disponibles para todo mundo, algunas de ellas siguieron el texto receptus como fuente confiable y otras siguieron directamente el griego Koiné que estaba en los manuscritos mas antiguos que se conoce. La versión Reina Valera de 1960, siguió el texto Receptus, y versiones como La Biblia de Las Américas siguió los manuscritos anteriores al receptus, tales como el Códice Sinaítico considerado uno de los mas antiguos y fechado aproximadamente en el IV siglo aproximadamente por al año 320 d. C.

Durante el surgimiento de varias de estas biblias a finales del siglo XVIII con ello surgió un gran debate, unos que estaban a favor del texto receptus como fuente mas confiable y menos contaminada para las traducciones de las versiones de la biblia y otros conocidos como la Alta Crítica defendiendo las versiones que basaban su traducción directamente de los manuscritos mas antiguos al receptos en al menos mas de mil años de anterioridad. 

El debate se ha centrado basicamente en que muchos consideran que a lo largo de los siglos el texto Receptus tuvo modificaciones sustanciales que pueden afectar la comprensión del mensaje bíblico, sobre todo con el tema de la Deidad de Cristo. Por otro lado, los que defienden el texto receptus consideran que las versiones basadas en textos antiguos pueden estar alteradas conservando ideas platónicas relacionadas con el nosticismo de los primeros siglos en las regiones de Egipto, Siria, y la península del Sinaí, especialmente en temas relacionados con la Divinidad de Cristo.

En el estudio de hoy estamos abordando un tercer tema crucial en la comparación de varios textos bíblicos tanto en versiones del texto receptus como el códice sinaitico y veremos al final cual es el énfasis de cada una de las corrientes teológicas y como nosotros hoy debemos interpretarlo.

Hechos 20:28 constituye uno de los pasajes más teológicamente profundos del discurso de despedida del apóstol Pablo a los ancianos de Éfeso. En su exhortación pastoral, el apóstol une el deber del liderazgo cristiano con la suprema autoridad del Redentor, diciendo:

Texto Receptus (Reina-Valera 1960):

“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia de Dios, la cual él ganó por su propia sangre.”


Códice Sinaítico (base de la NRSV, NVI, etc.):

“…para pastorear la iglesia del Señor, la cual él compró con su propia sangre.”

A primera vista, la diferencia parece menor: “Dios” (Θεός, Theos) frente a “Señor” (Κύριος, Kyrios). Sin embargo, desde el punto de vista teológico y lingüístico, esta variación toca la esencia de la Cristología bíblica: ¿Quién es Aquel que derramó su sangre para redimir a la iglesia — Dios mismo o el Señor Jesucristo? Esta pregunta es de gran interés porque están implicadas varios aspectos teológicos que deben ser respondidos.

II. Análisis textual y manuscritos

1. Evidencia del Textus Receptus

El Textus Receptus, base del Nuevo Testamento bizantino y de traducciones clásicas como la Reina-Valera y la King James Version, lee:

τὴν ἐκκλησίαν τοῦ Θεοῦ — la iglesia de Dios.

Esta lectura se halla en manuscritos representativos de la tradición bizantina, como el Códice Alexandrinus (A) y numerosos minúsculos medievales.

Esta forma, “iglesia de Dios”, vincula directamente la redención con Dios como sujeto de la acción salvífica, y la expresión “por su propia sangre” se convierte en una afirmación explícita de la Deidad de Cristo, pues sólo Cristo derramó sangre, y si el texto dice que “Dios” lo hizo, entonces Pablo confiesa abiertamente la encarnación de Dios en Cristo.

2. Evidencia del Códice Sinaítico

El Códice Sinaítico (א) y el Códice Bezae (D), junto con testigos occidentales tempranos, leen:

τὴν ἐκκλησίαν τοῦ Κυρίου — la iglesia del Señor.

Esta variante es más antigua según la crítica textual moderna. Dado que “El Señor” (Κύριος) era el título cristiano más común para Jesús, los copistas pudieron haber preferido esta forma para evitar una expresión teológicamente difícil (“la sangre de Dios”), esta expresión seguramente traería conflicto entre los cristianos y pudo ser la razón de suavizar la declaración suavizando la expresión de Dios a Señor, aunque también es posible que la lectura original fuera Theos y se suavizara por esa misma razón.

En ambos casos, el contexto y el paralelismo lucano identifican al “Señor” con Jesucristo (cf. Hch 2:36; 7:59–60; 10:36), lo que mantiene intacta la afirmación de su Deidad, aunque expresada de otro modo.

III. El trasfondo hebreo: Elohim, YHWH y Adonai

Para comprender plenamente el uso de Theos y Kyrios (Dios y Señor), debemos retroceder al hebreo del Antiguo Testamento, donde los nombres divinos expresan atributos distintos del mismo Ser supremo.

1. Elohim (אֱלֹהִים)

Es el plural de Eloah (אֱלוֹהַּ), y su forma plural con verbo singular se usa para el Dios verdadero, indicando majestad y plenitud de poder.

Aunque la forma plural, Elohim actúa gramaticalmente en singular cuando se refiere al Dios de Israel, lo que permite un concepto de pluralidad en la Deidad, compatible con la doctrina bíblica de tres personas divinas. Es decir, en el termino Elohim aunque gramaticalmente es plural, su uso en la practica obedece a la doctrina monoteísta, lo que significa literalmente que dentro de Un Elohim hay tres seres que se identifican con sus atributos eternos.

En el griego de la Septuaginta, Elohim se traduce sistemáticamente como Θεός (Theos).


2. YHWH (יהוה)

El Nombre sagrado, derivado del verbo hâyâh (“ser”), significa “El que es” o “El que existe por sí mismo”.

La tradición judía evitó pronunciarlo, reemplazándolo oralmente por Adonai (אֲדֹנָי), “Señor”.

En la Septuaginta, tanto YHWH como Adonai fueron traducidos no como Theos, sino como Κύριος (Kyrios) — “Señor”.

Así, desde la traducción griega del Antiguo Testamento, Kyrios llegó a ser el título divino que equivalía a YHWH y a Adonai.

Por tanto, cuando el Nuevo Testamento llama a Cristo Kyrios, no le otorga un título humano de respeto, sino el Nombre divino del Dios de Israel.

IV. Theos y Kyrios en el Nuevo Testamento

En los escritos apostólicos, los dos términos —Theos y Kyrios— se usan a veces de modo distinto (para diferenciar al Padre y al Hijo), pero también intercambiable para designar a ambos como verdaderos Dioses, en unidad perfecta.

Por ejemplo:

1. Juan 1:1: el término Theos (Θεός) se le aplica al Padre y también a Cristo. Enfatiza la esencia divina, la Deidad misma. “El Verbo era Dios”

2. I Corintios 8:6: El termino Theos en este pasaje aplica para el Padre, sin embargo el termino Kyrios (Κύριος) es dado a Cristo, en este caso, Theos es la traducción del idioma griego del hebreo del Antiguo testamento ELOHIM. Y Kyrios es la traducción del griego del YHWH y Adonai del hebreo del A. T. lo que nos esta diciendo este pasaje es tanto Theos como Kyrios son títulos dados a alguien que tiene cualidades de Dios eterno.

Otros ejemplos bíblicos como Romanos 9:6 y Apocalipsis 1:8 nos enseñan que Cristo es también llamado en el nuevo testamento como Elohim o Theos en griego y  El Todopoderoso como se traduce en español.

Ambos títulos convergen en Jesucristo como el Dios que se hizo hombre y como el Señor que gobierna todas las cosas.

Así, en Hechos 20:28, tanto si el texto original decía Theos (“Dios”) como Kyrios (“Señor”), el sujeto de la redención es el mismo: Cristo Jesús, Dios manifestado en carne (1 Tim 3:16).

V. Contexto lingüístico comparativo

1. Griego:

Theos designa la Deidad en esencia.

Kyrios expresa soberanía y señorío, pero en contexto bíblico también traduce el nombre divino YHWH.

Por tanto, ambos vocablos, en diferentes grados, son calificativos divinos.

2. Hebreo:

Elohim sugiere la plenitud del Ser divino.

Adonai y YHWH indican autoridad y posesión.

Ambos, combinados, revelan la unidad y pluralidad de Dios en Su relación con el hombre.

3. Teológico:

En Cristo convergen ambos conceptos:

Él es Elohim en esencia (Divino), y Adonai en autoridad (Señor).

En griego, por tanto, Él es tanto Theos como Kyrios. Haciendo las respectivas excepciones que en algunos casos Elohim se aplica al Padre y algunas veces al Hijo y de igual manera sucede con el Adonai y el YHWH en la literatura neotestamentaria.

VI. Conclusión: Reconciliando ambas lecturas

El aparente conflicto textual entre “la iglesia de Dios” (Theos) y “la iglesia del Señor” (Kyrios) se disuelve cuando se comprende el trasfondo hebreo y cristológico.

Si Pablo escribió “la iglesia de Dios”, entonces afirma la Deidad de Cristo, el Dios encarnado cuya sangre compró a la Iglesia.

Si escribió “la iglesia del Señor”, entonces atribuye la redención al Señor Jesucristo, quien en el Antiguo Testamento era llamado YHWH — el Kyrios de la Septuaginta.

En ambos casos, el sujeto de la acción redentora es el mismo Ser divino: Cristo, el Señor Dios encarnado.

Como dijo Elena G. de White:

“En Cristo está la vida original, no prestada, no derivada. En Él está la fuente de la vida que no tiene principio ni fin.” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 469).

Y nuevamente:

“El que derramó su sangre por nosotros era Dios manifestado en carne.”

(Comentario Bíblico Adventista, t. 6, p. 1074).

Por tanto, ya sea que digamos “la Iglesia de Dios” o “la Iglesia del Señor”, ambas lecturas convergen en una sola verdad eterna:

La Iglesia pertenece a Aquel que es a la vez Dios y Señor, Jesucristo, el Hijo del Dios viviente.