
Entendiendo la base Joanina para la comprensión de la expresión "Y el Verbo era Dios"
Hace algunos días compartimos en nuestras redes sociales un estudio bastante completo sobre Juan 1:1 que publicamos también aquí en nuestra revista que puedes leerlo aquí: Juan 1:1 — El misterio del Logos: estudio etimológico, lingüístico y teológico. En ese estudio tocamos de manera general un análisis sobre el pasaje, en el presente estudio vamos a enfocarnos directamente en el enunciado "Y EL VERBO ERA DIOS". ¡Acompáñanos!
El prólogo del evangelio de Juan se yergue como una cima majestuosa en el panorama bíblico. En su primera declaración se condensa la grandeza del plan de salvación y la identidad del Redentor. Dice el texto:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).
Este último enunciado, “καὶ Θεὸς ἦν ὁ Λόγος” (kai Theos ēn ho Logos), ha sido objeto de intensos debates filológicos y teológicos. De él dependen, en gran medida, la correcta cristología, la doctrina de la deidad de Cristo y la afirmación de que la Palabra, hecha carne, comparte plenamente la naturaleza divina.
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I. El Problema del Artículo en Juan 1:1
En griego, la frase no dice literalmente “y el Verbo era el Dios (ὁ Θεός)”, sino “καὶ Θεὸς ἦν ὁ Λόγος”, donde “Θεός” aparece sin artículo definido. Esto ha dado lugar a dos interpretaciones erróneas:
1. La interpretación arriana/testigo de Jehová: sostienen que la ausencia del artículo indica indefinición, por lo que traducen: “y el Verbo era un dios”. Esta lectura niega la plena deidad de Cristo, reduciéndolo a una criatura exaltada, pero inferior al Padre.
2. La interpretación modalista: algunos, en reacción, intentan forzar que la construcción equivalga necesariamente a “y el Verbo era el Dios”, diluyendo la distinción de personas entre el Hijo y el Padre.
Ambas posturas fracasan, pues no entienden el matiz gramatical que el evangelista introduce con precisión teológica inspirada.
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II. La Regla de Colwell y el Uso del Artículo
El estudioso E. C. Colwell (1933) formuló lo que hoy se conoce como la regla de Colwell:
“Un predicado nominativo definido, que precede al verbo, usualmente carece de artículo”.
Esto significa que, en la gramática del griego koiné, la ausencia del artículo en un predicado no convierte automáticamente el sustantivo en indefinido (“un dios”), sino que puede expresar cualidad o esencia.
En Juan 1:1, el sujeto es “ὁ Λόγος” (el Verbo), identificado con el artículo definido, mientras que “Θεός” es el predicado. Si Juan hubiese escrito “ὁ Θεός ἦν ὁ Λόγος”, se habría producido una confusión modalista, identificando sin distinción al Verbo con el Padre. Al escribir “Θεὸς ἦν ὁ Λόγος”, el evangelista mantiene la distinción personal (“el Verbo estaba con Dios”) y al mismo tiempo declara la plena naturaleza divina del Verbo.
En otras palabras, el Verbo no es “un dios” entre otros, ni simplemente “el Dios Padre”, sino que participa de la misma esencia divina. La construcción subraya que la cualidad de ser Dios pertenece eternamente al Verbo.
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III. Testimonio Bíblico en Armonía
El contexto bíblico confirma esta lectura:
• Juan 1:18: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Dios [μονογενὴς Θεός], que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. Aquí nuevamente Cristo es llamado “Dios”, sin artículo, en clara referencia a su divinidad eterna.
• Filipenses 2:6: “El cual, siendo en forma de Dios [ἐν μορφῇ Θεοῦ ὑπάρχων], no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse”. Pablo presenta la igualdad esencial entre Cristo y el Padre.
• Hebreos 1:8: “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo…”. El Padre mismo llama “Dios” al Hijo.
• Apocalipsis 19:13: “Su nombre es: el Verbo de Dios”. Juan vuelve a usar el mismo título, aplicándolo al Cristo glorificado.
Así, la Escritura entera confirma que la ausencia de artículo en Juan 1:1 no introduce indefinición, sino que preserva el equilibrio: distinción de personas, pero igualdad de esencia.
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IV. El Espíritu de Profecía
Elena G. de White, intérprete inspirada y profética de la verdad bíblica, confirma este punto con absoluta claridad:
“En Cristo hay vida original, no prestada, no derivada. ‘El que tiene al Hijo, tiene la vida’. La divinidad de Cristo es la seguridad de la vida eterna para el creyente” (El Deseado de todas las gentes, p. 469).
Si Cristo fuera “un dios” creado, no podría poseer vida en sí mismo, ni otorgarla. La traducción adulterada de Juan 1:1 contradice directamente el testimonio escritural y profético.
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V. El Peligro de Introducir un Artículo Indefinido
La traducción “un dios” no solo es gramaticalmente insostenible, sino teológicamente devastadora:
1. Introduce politeísmo: hace del Verbo un ser divino secundario, lo cual choca con la confesión monoteísta de Israel: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4).
2. Niega la eternidad de Cristo: lo degrada a criatura, contradiciendo Juan 1:3: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Si él hizo todo, no puede ser creado.
3. Anula la redención: si el Hijo no es plenamente Dios, su sacrificio carece de valor infinito para expiar los pecados del mundo.
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VI. Conclusión
La expresión “y el Verbo era Dios” es un faro que ilumina el misterio de la encarnación. El Espíritu inspiró al evangelista a usar una construcción gramatical precisa: el Logos es de la misma naturaleza que Dios, distinto del Padre, pero igualmente eterno y divino.
Rechazar esta lectura es poner en entredicho la divinidad del Salvador y, en consecuencia, la esperanza misma de la salvación.
La verdad se levanta, solemne e inconmovible:
El Verbo no es un dios entre muchos. El Verbo es Dios.
El Alfa y la Omega, la Palabra eterna hecha carne, que vino a habitar entre nosotros para que, contemplando su gloria, fuésemos transformados en hijos de Dios.
Teólogo y Escritor