
Volved a las fuentes; volved al lenguaje de los profetas; volved a las raíces sagradas donde el Eterno pronunció su Palabra con fuego y con gloria.
Introducción
En una era donde la
superficialidad espiritual amenaza con debilitar los pilares de la fe, se alza
un llamado urgente y profético: retornar al hebreo bíblico, la lengua en que
resonaron por vez primera las promesas del Altísimo, los mandamientos eternos y
los pactos inquebrantables. No como un ejercicio académico, ni como un lujo
reservado a eruditos, sino como un acto de reverencia y fidelidad al mensaje
puro del Dios viviente.
Este documento es una
exhortación tierna y firme a los creyentes laicos —hombres y mujeres del pueblo
de Dios— a levantar la mirada, abrir el entendimiento y acercarse al fuego
original de la revelación. Pues en las letras hebreas, entre cada “Yod”
y cada “Alef”, arde aún la luz del Sinaí, fluye el consuelo de los
Salmos y resplandece la esperanza mesiánica.
Aquí comienza una travesía
sencilla pero poderosa: volver al idioma del Espíritu para que la voz de Dios
se escuche sin eco ni velo, sino con la pureza del primer día.
La necesidad del hebreo bíblico para el
creyente laico
Resumen
Este artículo explora la
relevancia del hebreo bíblico básico para los laicos, argumentando que su
conocimiento puede enriquecer la comprensión de las Escrituras, fortalecer la
fe personal y reducir la dependencia de interpretaciones ajenas. Se analizan razones
prácticas y teológicas para motivar su estudio, así como recomendaciones
pedagógicas accesibles.
I. Fundamentos teológicos
El Antiguo Testamento fue
revelado principalmente en hebreo, un idioma cargado de significado, simbolismo
y riqueza gramatical. Comprenderlo, aunque sea de forma básica, permite al
lector acercarse más al mensaje original.
Palabras como “Chesed”
(amor leal), ruaj (espíritu, viento, aliento) o torá
(instrucción, ley) pierden matices esenciales cuando se traducen al
español sin contexto. “Traducir el hebreo a otra lengua, es como besar a
tu esposa a través de su velo”, es una cita iluminadora de Hayim
Nahman Bialik.
“El principio reformado de ad fontes ("a las
fuentes") invita a todos los creyentes a acercarse lo más posible al texto
original. Juan Calvino (1509–1564), el gran teólogo francés y líder influyente
de la Reforma Protestante de Ginebra, enfatizó que tratar de entender
completamente el significado de la Escritura sin los idiomas originales es
«hacer que todos reverencien una Escritura escondida en la oscuridad».[1]
Me parece pertinente la
siguiente declaración del liderazgo de la iglesia adventista:
“Hay que seleccionar para el estudio una versión de
la Biblia que sea fiel a los textos originales, dando preferencia a las
traducciones realizadas por amplios grupos de eruditos y publicadas por
editoriales no asociadas a ninguna denominación, sobre las traducciones
patrocinadas por una denominación concreta o por un grupo con intereses
particulares. Hay que tener cuidado de no fundamentar puntos doctrinales
esenciales sobre una sola traducción o versión de la Biblia. Los expertos en
estudios bíblicos acuden a los textos en hebreo y griego, lo cual los capacita
para analizar las diversas lecturas de los manuscritos antiguos de la Biblia.” [2]
La Sierva del señor, además, enfatiza en la necesidad de
que nuestros laicos y pastores sean personas conocedoras del mensaje del Señor
en su idioma original:
“Los que se dedican al estudio de las Escrituras deben familiarizarse
tanto como sea posible con los idiomas en que fueron escritas. Este
conocimiento es de gran valor para el investigador serio que desea conocer el
pleno significado del mensaje divino.” [3]
II. Beneficios prácticos para el laico
Estudiar hebreo básico ayuda a enriquecer la lectura
devocional, al dar un nuevo sentido a pasajes familiares.
Permite cuestionar traducciones discutidas y consultar
diversas versiones con criterio.
Fortalece la independencia espiritual al disminuir la
dependencia exclusiva del predicador o comentarista.
III. Objeciones y respuestas
“No tengo tiempo” – El
estudio básico puede realizarse con solo 10–15 minutos al día utilizando
herramientas digitales o clases breves.
“No soy académico” – El
objetivo no es convertirse en exégeta, sino en un lector más consciente y
respetuoso del texto bíblico.
La pluma inspirada nos
aconseja que no debemos tener ninguna excusa para prepararnos e ir al campo de
la predicación:
“No hay excusa para que los pastores y los miembros
de iglesia no trabajen activamente en la causa de Dios. No deben esperar hasta
que su conocimiento sea perfecto antes de ir a trabajar. Aquellos que se
consagren completamente a Dios, y que deseen de todo corazón servirle, hallarán
en el servicio una escuela que suplirá su necesidad. Mediante la práctica
aprenderán a trabajar para el Maestro. Comenzando humildemente y con
perseverancia, sus habilidades aumentarán, y sus oportunidades se
multiplicarán.” [4]
IV. Propuesta pedagógica
Las iglesias pueden incorporar
talleres introductorios al hebreo bíblico, especialmente en contextos de
Escuela Sabática o grupos de estudio. Después de la pandemia de COVID, el uso
de videoconferencias ha despuntado notablemente (por ejemplo, Zoom).
Recursos como Alef con Beth
(gratuito), o interlineales digitales pueden ser puntos de partida eficaces.
El liderazgo pastoral y
docente tiene el deber de facilitar el acceso a estos recursos sin elitismo,
sino como parte de un discipulado serio.
El Espíritu de Profecía nos
aconseja que debemos usar diferentes métodos en la preparación de nuestros
laicos:
“Deben idearse planes para que cada miembro de
iglesia tenga una parte que desempeñar, a fin de que la causa de Dios progrese
en todos sus ramos. Algunos deben trabajar en una forma, y otros en otra, según
sus diversos dones. Cada uno debe estar preparado para participar en la guerra
espiritual. Cada miembro debe ser un canal de luz, dispuesto a hacer cualquier
servicio que se requiera. Deben organizarse planes sabiamente ideados para que
los talentos de los miembros sean empleados en forma práctica. Todos deben ser
educados para trabajar. Todos deben ser entrenados como soldados para Cristo.”[5]
Conclusión
El retorno al hebreo bíblico
no es una hazaña intelectual, sino un acto de amor sagrado. Es tender la mano
al pasado para abrazar con más fuerza la verdad presente. Es alinear el corazón
con la mente del Autor divino, permitiendo que cada palabra inspirada brille
con su significado pleno y eterno.
Los laicos que se atreven a
cruzar este umbral no caminan hacia un desierto de tecnicismos, sino hacia un
jardín de revelación. Y mientras el mundo gira en confusión, quienes se
alimentan de la raíz hebrea beben del agua pura que fluye del trono de Dios.
“Bienaventurado el hombre que halla sabiduría, y que obtiene
inteligencia” (Proverbios 3:13).
Que esta sabiduría no sea
oscurecida por traducciones limitadas, sino iluminada por el resplandor del
idioma original, donde cada palabra es un eco del corazón divino. El que oye,
entienda; y el que entiende, proclame: ¡Santo es el que habló en hebreo y nos
dio Su Palabra viva!
Bibliografía
[1] https://www.recursos-biblicos.com/2018/07/curso-hebreo-biblico-griego-y-arameo.html
[2]
https://adventista.es/metodos-de-estudio-de-la-biblia/
Pratico, G. D., & Van Pelt, M. (2001). Basics of Biblical Hebrew.
Zondervan.
Silva,
M. (2007). Has the Church Misread the Bible?. Zondervan.
[3] —El
Ministerio Pastoral, p. 75, Ellen G. White.
[4] —Servicio
Cristiano, p. 22. Ellen G. White
[5] —Servicio
Cristiano, p. 56. Ellen G. White