🕍 Ascensión al Monte Santo: Profecías del Santuario y los Redimidos en los Salmos

 ✨ Un llamado profético desde el corazón del himnario bíblico hacia el trono del Altísimo



Por Jose M Suazo
Teólogo y Escritor


🪔 Introducción

Los Salmos no son meramente poemas de consuelo ni himnos para la adoración litúrgica de Israel. Son, por inspiración divina, un libro profético, santuarial y escatológico, que pulsa con los latidos del Plan de Redención desde la eternidad pasada hasta el triunfo final de los redimidos. Como un río sagrado que nace en las fuentes del Tabernáculo y desemboca en el mar de cristal del Apocalipsis, el libro de los Salmos revela en sus versos las huellas del Mesías, la gloria del trono de Dios, y el clamor del remanente fiel.

“Entonces miré, y he aquí el Cordero estaba sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil…” (Apocalipsis 14:1).

“Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos” (Salmo 122:1).

Desde la colina terrenal de Sion, donde David centralizó el culto divino, hasta el monte santo del cielo, donde Cristo ministra en el verdadero tabernáculo no hecho por manos humanas (Heb. 8:1–2), los Salmos cantan con voz profética el camino de la redención. En sus versos resuena la justicia del juicio (Salmo 15), el carácter santo de los que habitarán con Dios (Salmo 24), el eco del nombre divino en las frentes purificadas (Salmo 119), la separación final entre los fieles y los impíos (Salmo 5), y la restauración del alma para anunciar el evangelio eterno (Salmo 51).

Más allá del consuelo, el libro de los Salmos es un mapa celestial para el peregrino del tiempo del fin. El santuario celestial no es sólo doctrina: es destino. El monte santo no es sólo un símbolo: es promesa. Y la adoración del pueblo de Dios no es sólo liturgia: es preludio de la eternidad.

Como bien lo expresó la pluma profética:

“El tema central de la Biblia... es el plan de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el alma humana... Desde el Edén hasta Apocalipsis, todo apunta al triunfo de la gracia en Cristo.” (La educación, p. 113)

Hoy, a través de esta lección espiritual, seremos llamados a subir —como los antiguos israelitas en sus fiestas solemnes— hacia el monte santo, a mirar con ojos espirituales el trono de Dios, a contemplar el carácter glorioso de Aquel cuyo nombre será escrito en la frente de los redimidos.

Este es un llamado a la pureza, a la reverencia, y a la proclamación.

Este es un viaje, no solo de interpretación, sino de transformación.


🕍 I. El Santuario Celestial: El Gozo de Subir a la Casa de Jehová

Salmo 122: La Jerusalén Profética y la Adoración en el Trono Celestial

“Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”

— Salmo 122:1

En el eco de estas palabras, el alma del justo vibra con esperanza. No es simplemente una expresión de gozo litúrgico, sino una proclamación profética que anuncia la reunión final de los redimidos en la morada eterna del Altísimo. Este cántico gradual —entonado por los peregrinos que subían a Jerusalén en las fiestas solemnes— no se limita al templo terrenal, sino que se eleva como incienso profético hacia el Santuario Celestial, donde Cristo ministra como Sumo Sacerdote del pacto eterno (Hebreos 8:1-2; 9:11-12, 24).

David, inspirado por el Espíritu, al escribir este salmo no solo hablaba del templo que él soñó edificar y Salomón materializó; hablaba también del verdadero tabernáculo que Dios levantó, donde la justicia y la misericordia se abrazan, donde arde el candelero de la verdad y el arca del pacto sigue testificando que la Ley de Dios permanece en el centro del gobierno divino.

“Cristo… es el ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no hombre…

Aquel santuario, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia.”

— Patriarcas y Profetas, p. 324

🔥 Un Salmo con Ecos Apocalípticos

Los temas que atraviesan el Salmo 122 reflejan con fuerza los elementos escatológicos del libro de Apocalipsis:

  • La adoración (v. 4): como en Apocalipsis 14:1–3, donde los redimidos cantan un cántico nuevo ante el trono.
  • El juicio (v. 5): tronos de justicia, como los que Juan contempla en la sala celestial del juicio (Apocalipsis 4:4; Daniel 7:9-10).
  • La paz y la seguridad (v. 6-8): una prefiguración de la paz perpetua que reinará en la Nueva Jerusalén, donde “no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4).

Así, este salmo apunta más allá del Sion terrenal: mira con ojos proféticos hacia la ciudad celestial, la Jerusalén gloriosa que “descendía del cielo, de Dios, ataviada como una esposa” (Apocalipsis 21:2).

✨ Una visión para el pueblo del tiempo del fin

Para el Israel espiritual, que peregrina en medio de un mundo de sombras y de juicios inminentes, este salmo es llamado y promesa. Llamado a levantar la mirada hacia el Lugar Santísimo del Santuario celestial, donde Cristo intercede. Y promesa de que pronto, con las palmas en las manos, los redimidos dirán no ya con esperanza, sino con realidad consumada:

“¡Estamos en la casa de Jehová! Hemos subido al monte de Dios. Hemos entrado en la ciudad del Gran Rey.”

🕊️ Aplicación espiritual

Cada vez que el corazón se inclina en oración sincera, cada vez que la Escritura es abierta con reverencia, el alma sube al monte santo, y entra por la fe en el santuario verdadero. Allí está nuestro Sumo Sacerdote, intercediendo con sangre que aún habla. Allí está el trono de gracia, extendiendo su poder. Allí está el arca del pacto, proclamando que la Ley de Dios sigue siendo la norma del juicio y el fundamento del reino eterno.

“La visión del profeta coloca a los redimidos frente al monte de Sion… vestidos de lino blanco, que es la justificación de los santos.”

— Los Hechos de los Apóstoles, p. 472

El Salmo 122 es más que un himno. Es un mapa profético del destino del remanente, un anticipo litúrgico de la liturgia eterna. Hoy, todavía en la jornada terrenal, podemos repetir con fe las palabras del salmista:

“Yo me alegré con los que me decían: a la casa de Jehová iremos.”

Porque no vamos al templo de piedra,

vamos al trono de gloria.

🏔️ II. El Monte Santo: La Morada de los Redimidos y el Trono del Altísimo

Salmos 15 y 24: ¿Quién subirá al monte de Jehová?

“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?”

— Salmo 24:3

“Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?”

— Salmo 15:1

En estas preguntas solemnes, que resuenan como clarines en el valle de la humanidad caída, se halla el anhelo más profundo del alma redimida: habitar con Dios, morar en Su presencia, ascender al monte donde resplandece Su gloria. Los Salmos 15 y 24 no solo plantean estas interrogantes sagradas, sino que revelan también la respuesta: el carácter del que será hallado digno de morar con el Altísimo.

Pero estas no son preguntas abstractas ni simbólicas solamente. Son la antesala del cumplimiento escatológico más glorioso: el momento en que el Cordero se manifestará en el monte Sion, rodeado de los redimidos, que han sido lavados en su sangre y transformados por su gracia (Apocalipsis 14:1-5).


🏞️ De Sion terrenal a Sion celestial

Históricamente, el monte Sion fue el corazón de la ciudad santa. Allí, en la colina de Moriah, se erigió el templo de Salomón. Era llamado “el monte santo” (Salmo 2:6), porque en él estaba el trono de Dios entre su pueblo. Pero más allá del símbolo, este monte apunta hacia una realidad superior:

“La visión del profeta los coloca frente al Monte de Sion… vestidos de lino blanco, que es la justificación de los santos.”

— Los Hechos de los Apóstoles, p. 472

El Sion terrenal fue figura del celestial. El monte santo no es solo un lugar geográfico, es el símbolo del gobierno de Dios, de Su justicia, de Su reino eterno. En su cúspide está el trono del Cordero, y hacia él ascienden los pasos del remanente fiel.

🕊️ Las condiciones para morar en el monte

Los salmos nos dicen con claridad: no cualquiera puede estar allí. El acceso al monte santo requiere pureza, verdad y justicia.

Estas no son obras humanas, sino frutos del Espíritu en el alma transformada.

“El que anda en integridad y hace justicia,

Y habla verdad en su corazón.” (Salmo 15:2)

“El limpio de manos y puro de corazón,

El que no ha elevado su alma a cosas vanas,

Ni jurado con engaño.” (Salmo 24:4)

Aquí se delinean las credenciales celestiales del ciudadano del reino de Dios. No se trata de linaje, ni de ritual externo. Es el carácter lo que determina la ciudadanía eterna. Y esta pureza no se alcanza por mérito humano, sino por la gracia que transforma, por el poder de Aquel que “nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5).

🌟 El contraste profético: el sello de Dios y los que pueden estar en Sion

Este monte también está ligado proféticamente con el grupo de los 144,000 (Apocalipsis 14:1), que tienen el nombre del Cordero y del Padre escrito en sus frentes. No es un nombre literal, sino el carácter divino impreso en sus vidas, como lo expresó la pluma inspirada:

“La gloria de Cristo es su carácter, y su carácter es una expresión de la ley de Dios.”

— Signs of the Times, 12 de diciembre de 1895

Quienes han dejado que la gracia obre en su vida, quienes han permitido que la Ley sea escrita en sus corazones, son los que podrán estar en el monte de Jehová.

✨ Aplicación espiritual

Hoy, cada creyente es llamado a subir por fe al monte santo. No con arrogancia, sino con humildad. No con presunción, sino con obediencia. El monte de Jehová es alto, pero la mano del Pastor está extendida para elevar al alma que se entrega.

“El que sigue al Cordero en el cielo, primero debe seguirle en la tierra, no con inquietud o caprichosamente, sino con confianza, amor y obediencia voluntaria.”

— Los Hechos de los Apóstoles, p. 472

Subamos, entonces, día a día, paso a paso, en carácter y consagración, hacia la cima eterna donde aguarda nuestro Rey.

El monte santo no es solo una profecía: es una invitación divina. Es el llamado a vivir en comunión con el Dios eterno, a vestir ropas limpias, a vivir vidas rectas. No porque seamos dignos, sino porque Cristo nos hace dignos.

Y cuando el Cordero aparezca en gloria, escucharemos el llamado triunfal:

“Subid acá… Este es el monte de Jehová, y este es el pueblo que le busca,

Que busca tu rostro, oh Dios de Jacob.” (Salmo 24:6)


🔥 III. El Nombre de Dios: La Gloria del Carácter Divino en los Redimidos

Salmo 119:55 – Meditación, obediencia y victoria

“SEÑOR, por la noche evoco tu nombre; ¡quiero cumplir tu ley!”

— Salmo 119:55 (NVI)

En la oscuridad del alma y en la noche del mundo, hay quienes invocan el nombre del Señor con reverencia y amor. No como fórmula vacía, sino como anhelo vivo de ser transformados a Su imagen. En la Escritura, el “nombre” no es solo una etiqueta: es identidad, carácter, propósito, gloria. Por eso el salmista no dice simplemente que piensa en Dios: dice que evoca Su nombre —contempla su carácter— y, en consecuencia, desea obedecer Su ley.

Aquí se revela una verdad solemne: la obediencia no nace del deber frío, sino de la admiración por la gloria del Nombre de Dios. El carácter divino, cuando es contemplado, enciende en el alma la llama de la consagración.

“El nombre de Dios es su carácter, único e irrepetible: ‘YO SOY EL QUE SOY’. Su nombre –que es Su carácter– es Su gloria y Su bondad.”

— Éxodo 3:14; 33:18-19


🌿 El Nombre en la frente: símbolo de identidad final

En Apocalipsis 14:1, los redimidos aparecen de pie sobre el monte de Sion, y en sus frentes está escrito “el nombre del Cordero y el nombre del Padre”. No se trata de marcas externas ni signos místicos: se trata de una transformación interna tan profunda, que el carácter de Dios se refleja en su ser. Lo que fue una promesa para Israel —“y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré” (Núm. 6:27)—, se cumple de forma gloriosa en el remanente final.

El nombre en la frente indica:

  • Pertenencia: Son del Cordero, sellados para Él.
  • Lealtad: No tienen el nombre de la bestia, sino de su Redentor.
  • Carácter: Son semejantes a Jesús, cuya ley ha sido escrita en sus corazones.

“La gloria de Cristo es su carácter, y su carácter es una expresión de la ley de Dios. Él cumplió la ley en todas sus especificaciones, y mediante su vida proporcionó al mundo un modelo perfecto…”

— Signs of the Times, 12 de diciembre de 1895

🕊️ Nombre, ley y adoración verdadera

El vínculo entre el nombre de Dios y Su ley es indisoluble. No puede haber reverencia por el Nombre sin respeto por Su Palabra. No puede haber adoración genuina sin obediencia amorosa. El salmista, al evocar el nombre, siente un deseo renovado de cumplir la ley, porque la ley es transcripción del carácter divino (Sal. 119:55; Éx. 34:6-7).

Por eso, en el gran conflicto final, la verdadera adoración estará ligada a:

  • El conocimiento del nombre de Dios (Su carácter)
  • La obediencia a Su ley (Ap. 14:12)
  • La fe en Jesucristo (Ap. 14:4-5)


🔥 Contraste final: el nombre de Dios vs. el nombre de la bestia

Apocalipsis presenta dos grupos en el tiempo del fin:

Redimidos

  • Nombre de Dios en la frente (Ap. 14:1)
  • Guardan los mandamientos de Dios (Ap. 14:12)
  • Adoran al Creador (Ap. 14:7)
  • Siguen al Cordero (Ap. 14:4)

Perdidos

  • Nombre de la bestia en la frente o en la mano (Ap. 13:16)
  • Transgreden la ley de Dios (2 Tes. 2:3-4)
  • Adoran a la bestia (Ap. 13:8)
  • Se maravillan en pos de la bestia (Ap. 13:3)

La marca del vencedor no es un símbolo físico, sino una realidad espiritual: el carácter de Cristo impreso en la mente y el corazón.

✨ Aplicación espiritual

Hoy es el tiempo de contemplar el nombre de Dios, de meditar en Su Palabra, de permitir que Su Espíritu nos grabe la imagen de Jesús en el alma. Quienes adoran al Señor en espíritu y en verdad, también recibirán Su nombre como sello eterno. No porque lo merezcan, sino porque han contemplado la gloria de Su carácter y han sido transformados por gracia.

Evocar el nombre de Dios es más que un acto devocional: es un camino de restauración. Es caminar hacia el día en que —como lo dice la última promesa del Apocalipsis— veremos Su rostro, y:

“Su nombre estará en nuestras frentes.”
— Apocalipsis 22:4

Ese será el sello eterno de la victoria.
Ese será el canto de los que han seguido al Cordero.
Ese será el destino de los que aman Su nombre y guardan Su ley.


👑 IV. Los Redimidos: Separación, Fidelidad y Victoria en el Tiempo del Fin

Salmo 5:4 – La presencia de Dios y los que pueden habitar con Él

“Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad;
el malo no habitará junto a ti.”
— Salmo 5:4

El salmo 5 no es una plegaria cualquiera. Es una súplica matinal del alma vigilante, una declaración solemne de que la presencia de Dios no puede ser compartida con la iniquidad. Es el clamor del justo que busca protección divina, y la proclamación de un principio eterno: la santidad de Dios exige pureza en quienes se acercan a Él.

En este salmo, inspirado por el Espíritu de Cristo, el salmista establece una clara separación entre los justos y los impíos, entre los que pueden entrar en la presencia de Dios y los que serán excluidos de ella. Este mensaje tiene una resonancia profética y escatológica, pues anticipa la gran separación final que se describe en Apocalipsis:

  • Los que llevan el nombre de Dios vs. los que reciben la marca de la bestia.
  • Los que siguen al Cordero vs. los que se maravillan en pos del dragón.
  • Los que aman la verdad vs. los que se deleitan en la injusticia.

🔥 El carácter de los que habitarán con Dios

El salmo 5 presenta los rasgos de quienes pueden morar cerca de Dios:

  • Son justos (v. 12)
  • Hablan con sinceridad (v. 6)
  • No se complacen en la maldad (v. 4)
  • Viven en reverencia (v. 7)

Esos mismos rasgos son los que define el Apocalipsis para describir al pueblo de Dios en el tiempo del fin:
“Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va... Y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.”
— Apocalipsis 14:4-5
Así, el salmo 5 se convierte en un espejo espiritual para el pueblo que será sellado con el nombre de Dios.

⚔️ El conflicto profético: dos grupos, dos destinos

El conflicto espiritual descrito en el salmo 5 anticipa el gran clímax del conflicto de los siglos. Al final de la historia, solo habrá dos grupos:

Los Redimido

  • Habitan con Dios (Sal. 5:4,7)
  • Hablan verdad (Ap. 14:5)
  • Son protegidos por Dios (Sal. 5:11-12)
  • Siguen al Cordero (Ap. 14:4)

Los Rebeldes
  • Son alejados de Su presencia (Sal. 5:5-6)
  • Practican el engaño (2 Tes. 2:10-11)
  • Son destruidos por el juicio (Sal. 5:6)
  • Siguen a la bestia (Ap. 13:3-4)
No se trata de una elección política o filosófica: es una elección espiritual. Es el destino eterno de cada alma.

🕊️ El proceso de redención en la vida diaria

La esperanza que brilla en este salmo es que Dios puede transformar a los impíos en redimidos. Como afirma Elena White:

“Se suscitarán dificultades que probarán su fe y su paciencia… Pongan su confianza en Dios. Oren mucho y crean… Si confían, esperan, creen y se aferran de la mano del poder infinito, serán más que vencedores.”
— Testimonios para la iglesia, tomo 7, p. 232

La redención no es solo un acto futuro, sino un proceso diario. Es dejar que Dios purifique el corazón, santifique la lengua, y fortalezca la fe. Es vivir cada día bajo la gracia, caminando en la justicia.

✨ Aplicación espiritual

El llamado del salmo 5 es urgente y claro. No es suficiente creer en Dios: es necesario vivir en comunión con Él. No basta con conocer la verdad: hay que amarla, practicarla, reflejarla. Solo aquellos cuyo corazón haya sido limpiado por la sangre del Cordero, y cuya vida haya sido modelada por el Espíritu, podrán habitar junto a Él.

Los redimidos no son superhombres, ni seres sin pasado. Son pecadores arrepentidos, transformados por la gracia, purificados por la verdad, sellados por el Espíritu. Son aquellos que, como dice el salmo:

“Se alegrarán todos los que en ti confían;
para siempre gritarán de júbilo, porque tú los defiendes…”
— Salmo 5:11
Ese será su canto en el día glorioso de la redención final.
Ese será su testimonio en la Jerusalén celestial.
Ese será su destino eterno: habitar junto a Dios, por los siglos de los siglos.

📯 V. La Proclamación del Evangelio: Redención, Restauración y Misión Final

Salmo 51:13 – Del quebrantamiento a la proclamación gloriosa

“Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
y los pecadores se convertirán a ti.”
— Salmo 51:13

Estas palabras brotan del alma rota de David, quien ha sido quebrantado por el pecado, pero también elevado por la gracia. No son el clamor de un justo sin mancha, sino el cántico de un pecador perdonado, restaurado para una misión santa. El Salmo 51 es el manual divino de cómo Dios transforma la ruina moral en instrumento de salvación. El que ha sido tocado por el carbón del altar, como Isaías, ahora puede decir: “Heme aquí, envíame a mí.”
“Nuestra experiencia puede ser la misma que la de estos dos profetas. A ambos se les perdonó su pecado; y ambos comenzaron a proclamar el mensaje de Dios al mundo.”
— Adaptado de la lección

🔥 El evangelio eterno: mensaje primero del triple llamado final

Apocalipsis 14:6 proclama que el primer ángel vuela por el medio del cielo, llevando el evangelio eterno para proclamarlo a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Este evangelio no es nuevo: es el mismo que quebró el corazón de David, que restauró a Isaías, que llenó de fuego a los apóstoles. Pero en el tiempo del fin, será proclamado con poder renovado, con una unción celestial, como nunca antes.
“Pronto se cumplirán las profecías del capítulo decimoctavo del Apocalipsis… el Espíritu del Señor bendecirá tan abundantemente a los instrumentos humanos consagrados… que llenarán la tierra con el conocimiento de Dios.”
— Maranata: El Señor viene, 29 de julio

🕊️ De pecadores redimidos a heraldos de gloria

Dios no llama a ángeles para proclamar el evangelio: llama a hombres y mujeres rescatados por su gracia. La predicación más poderosa no es la delocuente, sino la vivida. La proclamación más efectiva no es la que suena fuerte, sino la que brota de un corazón limpio, transformado, agradecido.

David no podía enseñar a otros mientras su pecado no fuera perdonado. Pero una vez restaurado, se convierte en testigo vivo del poder redentor de Dios. Así también, el mensaje final no será proclamado por una iglesia impecable por sí misma, sino por un pueblo que ha sido purificado en la sangre del Cordero y renovado por el Espíritu.

🌍 El último llamado al mundo

En el marco del juicio final, el mensaje que resonará con fuerza será el mismo de David:
“Conviértanse a Dios. Sus caminos son justos. Su ley es santa. Su misericordia es abundante.”

Este es el evangelio eterno, proclamado en el tiempo más solemne de la historia humana. Y antes de que se pueda anunciar la caída de Babilonia (Ap. 14:8) y el juicio sobre quienes adoran a la bestia (Ap. 14:9-10), debe resonar el llamado de gracia:

“Temed a Dios, y dadle gloria… y adorad al que hizo el cielo y la tierra…” (Ap. 14:7)

El orden es divino: primero el perdón, luego la proclamación. Primero la cruz, luego la trompeta. Primero la limpieza del alma, luego la misión al mundo.

✨ Aplicación espiritual

¿Quién puede proclamar hoy el mensaje del primer ángel?
No los autosuficientes, sino los humillados.
No los perfectos, sino los restaurados.
No los orgullosos, sino los que han aprendido a llorar por sus pecados y a cantar por su gracia.

Como David, cada redimido es llamado a levantarse de las cenizas y anunciar que hay esperanza, que hay perdón, que hay redención en Cristo.

David, el adúltero arrepentido, fue hecho maestro de justicia. Isaías, el impuro de labios, fue enviado a las naciones. Pedro, el que negó, se convirtió en predicador del Pentecostés. Así también será con el pueblo final de Dios.

“Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes… y reinarán por los siglos de los siglos.”
— Apocalipsis 22:4-5

Ese pueblo, cuya historia fue de caída y restauración, proclamará con poder:
¡Temed a Dios y dadle gloria!
¡El juicio ha comenzado!
¡Adorad al Creador!

Y entonces vendrá el fin.

🌟 Conclusión General

Subiendo al Monte Santo: El Cántico Profético de los Salmos para el Pueblo del Fin

Los Salmos, lejos de ser meras canciones del pasado, son himnos proféticos que atraviesan los siglos, cantados por peregrinos de toda era que anhelan entrar al trono del Altísimo. Cada salmo explorado en este estudio —cada palabra inspirada— nos guía por el sendero sagrado que lleva del quebranto humano a la gloria divina.

Desde el Santuario Celestial (Salmo 122), donde Cristo intercede hoy, hasta la cima del Monte Santo (Salmos 15 y 24), donde morarán los redimidos vestidos de blanco,

Desde la contemplación del Nombre de Dios (Salmo 119), que será grabado en las frentes de los fieles, hasta la identidad victoriosa de los redimidos (Salmo 5),

Hasta la proclamación poderosa del evangelio eterno que brota de labios purificados (Salmo 51),
cada texto sagrado es un escalón en la ascensión del alma hacia la presencia de Dios.

Esta visión no es simbólica solamente. Es real. Es el clamor de un pueblo que se prepara para el encuentro glorioso con su Redentor. Los que hoy meditan en su Ley y evocan Su Nombre, los que lloran por sus pecados y se levantan para predicar la gracia, los que aman la verdad y vencen por el poder del Cordero… esos verán el rostro del Rey en su hermosura y cantarán el cántico del Cordero en el monte de Sion.

“Pronto se cumplirán las profecías del capítulo decimoctavo del Apocalipsis… Hombres, mujeres y niños abrirán sus labios en alabanza y acción de gracias, llenando la tierra con el conocimiento de Dios y con su insuperable gloria como las aguas cubren el mar.”
— Maranata, 29 de julio

🕊️ Llamado final al lector
Querido lector, tú eres parte de este salmo profético. Tú estás siendo llamado a subir. A dejar atrás la llanura del mundo, y ascender al monte santo. No como turista espiritual, sino como adorador verdadero, como siervo sellado, como heraldo del juicio y de la esperanza.

Sion te espera. El Santuario está abierto. El nombre del Padre quiere ser grabado en tu frente.
Hoy, mientras aún se escucha la voz del Espíritu, une tu voz al cántico de los redimidos:

“¡A la casa de Jehová iremos!”
“¡Subiremos al monte de Dios!”
“¡Veremos su rostro, y su nombre estará en nuestras frentes!”
“¡Y cantaremos el cántico del Cordero, por los siglos de los siglos!”