🌟 Introducción General
El Trono de Dios: Centro del Universo, Misterio de Eternidad, Esperanza de Redención
Teólogo y Escritor
“Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.”
— Salmo 103:19
Hay una realidad que trasciende galaxias, que antecede a la materia, y que permanece incólume ante el paso de los siglos: el Trono de Dios. Antes que existiera el Edén, antes que el hombre abriera sus ojos al sol de la existencia, antes que el pecado alzara su sombra contra el Altísimo, el Trono estaba allí. No como ornamento celestial, ni como símbolo abstracto, sino como la expresión gloriosa del carácter de Aquel que es Eterno.
El trono no es un mueble. Es una declaración. Una proclamación de que Dios es Rey, Creador, Legislador, Salvador y Juez. En su presencia no hay caos, no hay injusticia, no hay tiniebla. “El juicio será establecido en justicia, y los rectos de corazón lo verán” (Sal. 94:15).
🔥 Centro del Conflicto Cósmico
Fue precisamente ante ese trono donde se libró la primera gran batalla moral del universo. Allí se levantó Lucifer, cubierto de gloria, cegado por su orgullo, deseando sentarse en el lugar del Altísimo (Isa. 14:13-14). ¡Misterio insondable! ¿Cómo pudo surgir el mal en presencia de la perfección?
“Era un ser exaltado y glorioso, y sin embargo se alejó de su lealtad al Dador de la vida. Había sido el primero entre los ángeles, el más cercano al trono de Dios… Sin embargo, permitió que el deseo de supremacía lo dominara, y así se introdujo el pecado en el universo.”
— Patriarcas y Profetas, p. 14
Desde entonces, el Trono ha estado en el centro de la gran controversia entre el bien y el mal. Cada juicio, cada intervención divina, cada acto de salvación es una reafirmación de su justicia, su misericordia y su autoridad.
🌈 El Trono y la Revelación Divina
Las Escrituras —desde el Génesis hasta el Apocalipsis— nos presentan visiones gloriosas del Trono: alto y sublime en Isaías, rodado de ruedas ardientes en Daniel, envuelto en arco iris y cristal en el Apocalipsis. A través de sus descripciones, se revela no sólo su esplendor, sino su carácter santo y redentor.
“Dios es amor”, se revela en cada página del cielo. Pero también se proclama: “Justicia y juicio son el cimiento de su trono” (Sal. 89:14).
Dios no reina desde el caos, sino desde la ley. No domina por imposición, sino por verdad y por gracia. Por eso, el Trono es también el lugar donde fluye el río de la vida (Apoc. 22:1), y donde el Cordero, que fue inmolado, es también exaltado (Apoc. 5:6-13).
🕊️ El Trono como Esperanza Final
En un mundo desgarrado por la anarquía, el dolor y la injusticia, el Trono de Dios es nuestra esperanza inamovible. No importa qué tan fuerte ruja la tormenta, ni cuán hondo parezca el abismo del pecado: Dios sigue reinando. Y muy pronto, “el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos le servirán” (Apoc. 22:3).
“El trono de Dios es la seguridad del universo. Desde él emanan no solo justicia y juicio, sino también misericordia y perdón. Y un día, toda lengua confesará que Cristo es Señor, para gloria del Padre.”
— El Deseado de Todas las Gentes, p. 22
✨ Una Invitación a la Reverencia y la Admiración
Este estudio no es solo una exploración doctrinal. Es una peregrinación del alma hacia lo sagrado. Es un ascenso, paso a paso, por las cámaras de la gloria, hasta postrarnos ante el Trono y declarar: “¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir!” (Apoc. 4:8).
Así, te invito a contemplar el misterio, a adorar con asombro, a escuchar con humildad, y a vivir con esperanza. Porque donde está el Trono de Dios, allí está la justicia, la vida, la salvación… y el fin de toda lágrima.
🕊️ I. El Trono Eterno del Creador
Fundamento del Universo, Principio de toda Autoridad, Fuente del Bien Absoluto
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Antes que el alba de la creación iluminara el vacío, antes que los siglos fueran contados por estrellas y constelaciones, existía el Trono de Dios. No surgió con el cosmos ni fue edificado en los días del hombre; fue, es y será el centro eterno del gobierno divino. Las Escrituras nos conducen al principio absoluto —no solo del tiempo, sino del propósito— donde Dios reina como Creador y Legislador del universo.
🔍 Análisis hebreo de Génesis 1:1
En la frase inaugural de la Sagrada Escritura —בְּרֵאשִׁית בָּרָא אֱלֹהִים (Bereshit bara Elohim)— el verbo "bara" (בָּרָא), crear de la nada, precede al sujeto "Elohim", una construcción intencional que proclama solemnemente: ¡Porque Él crea, Él es Dios!
El trono no es solo un símbolo de autoridad, sino la expresión de su identidad como Creador. Su soberanía no depende de consenso ni de conquista, sino del hecho majestuoso de que todo lo que existe procede de su Palabra.
“El trono de gloria, excelso desde el principio, es el lugar de nuestro santuario” (Jeremías 17:12).
Allí, en esa excelsa morada, comenzó la historia de todo ser creado. Desde ese trono partieron los designios que dieron existencia al tiempo, a la materia, a la vida… y fue allí también donde surgió, por vez primera, el eco amargo de la rebelión.
🌌 El Trono y la Soberanía Creativa
El universo no fue producto del azar, ni nacido de un caos autoorganizado, sino el fruto del propósito divino manifestado desde su Trono. Aquel que está sentado sobre él no es un ser pasivo, sino el Arquitecto, el Artista, el Legislador del cosmos.
“Dios es el fundamento de todo bien, sencillamente porque es el Creador de todo lo bueno que existe, ya sea animado o inanimado”
— La Educación, p. 130.
Y añade:
“El que colocó los mundos en el espacio, el que revistió los lirios del campo de su hermosura, el que hace marchar los mundos con orden y precisión, también se interesa en las necesidades de los seres humanos”
— El Camino a Cristo, p. 85.
Su trono no es indiferente, ni lejano, ni meramente simbólico. Es la sede del gobierno de amor, justicia y verdad, desde la cual emana toda ley moral y toda belleza natural.
⚔️ La Primera Rebelión ante el Trono
Fue en esa majestuosa sala de luz donde Lucifer, el querubín ungido, concibió el iniquo deseo de ascender sobre las estrellas y sentarse en el trono del Altísimo (Isaías 14:13-14). Pero el trono no puede ser usurpado, porque no se hereda por linaje ni se gana por fuerza. Es el símbolo de la justicia eterna.
“El pecado tuvo su origen en aquel que, después de Cristo, había sido el más honrado por Dios… Lucifer había sido el primero entre los querubines cubridores, santo e inmaculado… pero se ensoberbeció en su corazón a causa de su hermosura… y codició el honor que solo pertenece al Creador.”
— El Conflicto de los Siglos, p. 492.
Así comenzó el drama cósmico: el conflicto entre la autoridad legítima del Trono y la arrogancia del corazón que se exalta a sí mismo.
🌌 II. El Trono Celestial: Gloria, Juicio y Misterio
Sede del Gobierno Cósmico, Fuente del Juicio Justo, Despliegue de Majestad y Santidad
“Vi al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo”
— Isaías 6:1
Los profetas de antaño, cuando sus ojos fueron abiertos por el Espíritu de Dios, no vieron multitudes, ni vieron ciudades, ni siquiera ejércitos. Vieron un trono. En el centro mismo del cielo, más allá del firmamento, más allá del tiempo y del espacio, el trono de Dios aparece como el eje del universo y la fuente de toda soberanía. Allí se revela no solo su poder, sino también su carácter.
👑 Un Trono Alto, Sublime y Adorado
Cuando Isaías vio al Señor, no fue una visión fría o institucional. Fue una manifestación llena de vida, movimiento, adoración y fuego. Serafines con seis alas cubrían su rostro, su cuerpo y volaban en torno al trono clamando:
“¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria!” (Isaías 6:3)
La triple proclamación de santidad estremece el alma del profeta, lo conduce a una conciencia desgarradora de su indignidad:
“¡Ay de mí! Que soy muerto… porque han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5)
El trono es, por tanto, el lugar de la revelación más profunda de Dios y, al mismo tiempo, el espejo más fiel de la condición humana. Nos revela la grandeza de Aquel que reina, pero también la pequeñez y pecaminosidad de los que somos llamados a servirle.
“Al mirar a Dios, contemplamos nuestro pecado. Al contemplar su santidad, sentimos la necesidad de purificación. Así sucedió con Isaías. Así sucede con todo aquel que entra en la presencia divina.”
— Profetas y Reyes, p. 270
🔥 El Trono como Tribunal Justo
El trono no solo es símbolo de gobierno, sino también de justicia. En él se sientan los jueces, y desde él se pronuncian veredictos eternos. Daniel lo contempló en una visión nocturna:
“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días… Su trono era llama de fuego, y las ruedas del mismo fuego ardiente… el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos”
— Daniel 7:9-10
El juicio de Dios no se ejecuta en secreto ni en tinieblas, sino desde un trono encendido con gloria, rodeado de ángeles y libros abiertos. No hay injusticia que no será confrontada, ni obra que quedará sin evaluar.
“Cristo vendrá en su gloria, acompañado por todos los ángeles celestiales, y se sentará en el trono de su gloria. Ante Él serán reunidas todas las naciones. Entonces se revelará el carácter de cada ser humano.” — El Deseado de Todas las Gentes, p. 604
Y aunque el trono es justicia, también es gracia. El mismo que juzga, redime. El mismo fuego que consume el pecado, purifica al arrepentido.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
✨ Un Trono de Gloria Incomparable
Juan, el vidente del Apocalipsis, describe una escena que desborda belleza y poder:
“He aquí un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado… y alrededor del trono un arco iris… y del trono salían relámpagos, truenos y voces… y delante del trono ardían siete lámparas de fuego… y delante del trono había un mar de vidrio semejante al cristal”
— Apocalipsis 4:2-6
Este trono no es estático. Está rodeado de vida, luz y adoración constante. Veinticuatro ancianos se postran, ángeles cantan sin cesar, y las criaturas vivientes claman sin descanso.
“Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Apoc. 4:11)
¡Qué misterio tan glorioso! El trono no está vacío. Está habitado por el Creador, por el Redentor, por el Juez que es también el Cordero.
“El trono está rodeado de un arco iris, símbolo de promesa. Aun cuando Dios es fuego consumidor para el pecado, es abrigo seguro para el pecador arrepentido. El juicio no contradice el amor. El juicio es la manifestación última de ese amor.”
— El Conflicto de los Siglos, p. 648
📖 Aplicación devocional
Frente al trono de Dios, no hay lugar para la arrogancia. Cada corazón queda desnudo, cada máscara cae, cada palabra se pesa. Sin embargo, es también el lugar donde los redimidos encontrarán refugio eterno. El trono, que en su justicia destruye el mal, es también el santuario del alma purificada.
“El carácter se revela en la presencia del trono. Los que se han lavado en la sangre del Cordero pueden acercarse sin temor. Porque allí, en el centro de todo, se halla Aquel que fue inmolado por ellos.”
— Apocalipsis 7:14-17 (paráfrasis temática)
🌍 III. El Trono de Dios en la Tierra
Manifestaciones del Cielo entre los hombres: Edén, el Arca y el Monte Sion
“Oh Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que habitas entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste el cielo y la tierra”
— Isaías 37:16
El Altísimo, cuyo trono está en los cielos más excelsos, no se mantuvo distante del destino humano. El trono de gloria, ante el cual se postran serafines, descendió a la historia, manifestando su presencia en lugares santos, en símbolos visibles, en sombras proféticas. No por necesidad, sino por amor. No porque el cielo fuera indigno, sino porque la tierra lo necesitaba.
🌳 El Jardín del Edén: Santuario original
La primera manifestación terrenal del Trono de Dios fue el Jardín del Edén, un santuario natural donde el Creador caminaba con el hombre en la frescura del día (Gén. 3:8). Aquel paraíso, sembrado de piedras preciosas (Gén. 2:12), cruzado por ríos que daban vida (Gén. 2:10-14), y guardado por querubines con espada de fuego (Gén. 3:24), reflejaba la estructura del Trono celestial.
“El Edén fue una réplica terrenal del santuario celestial. Su belleza, orden y gloria eran un eco pálido de la morada del Altísimo.”
— Patriarcas y Profetas, p. 51
Los querubines a la entrada del Edén eran heraldos de la santidad perdida. Con espada flamígera custodiaban la gloria, impidiendo al hombre caído acceder al árbol de la vida. Pero también señalaban hacia un futuro en que la presencia de Dios habitaría de nuevo entre su pueblo.
🧱 El Arca del Pacto: Trono en medio del campamento
Cuando Israel fue llamado a ser un pueblo santo, Dios pidió un santuario para habitar entre ellos (Éxodo 25:8). En el Lugar Santísimo se colocó el Arca del Pacto, cubierta con oro puro, sobre la cual se encontraban dos querubines esculpidos. Allí, entre sus alas extendidas, descendía la gloria divina.
“Y hablaré contigo de encima del propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio…”
— Éxodo 25:22
El propiciatorio se convirtió en el lugar del juicio y la misericordia, donde el sumo sacerdote rociaba la sangre una vez al año, en el Día de la Expiación. Esa sangre clamaba redención ante el Trono. El trono, ahora no solo de justicia, sino también de reconciliación.
“El propiciatorio representaba el trono de gracia. Allí, con sangre intercesora, se proclamaba la esperanza del perdón.”
— El Conflicto de los Siglos, p. 487
Incluso David reconocía que el Arca era el estrado de los pies de Dios:
“Yo tenía el propósito de edificar una casa para el arca del pacto del Señor, para el estrado de los pies de nuestro Dios…”
— 1 Crónicas 28:2
Este lenguaje no era casual. En las culturas del antiguo Cercano Oriente, el trono incluía un escabel que simbolizaba dominio sobre lo que estaba debajo. En el lenguaje bíblico, eso implicaba que Dios gobernaba desde el cielo, pero también desde su presencia entre los hombres.
🏔️ El Monte Sion: Trono terrenal y esperanza futura
Cuando el Arca fue llevada a Jerusalén, al Monte Sion, ese monte se convirtió en el símbolo de la sede del reino de Dios en la Tierra. Desde allí reinaba el Altísimo sobre su pueblo.
“Jehová reina; temblarán los pueblos. Él está sentado sobre los querubines; se conmoverá la tierra”
— Salmo 99:1
Sion no era solo un monte. Era la anticipación profética de la Nueva Jerusalén, el lugar donde el trono será restaurado eternamente.
“Jehová ha establecido su trono en Sion, y sobre él se sienta en verdad, en juicio y justicia”
— Isaías 16:5
Y añade la Escritura:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva… y vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén… y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres…”
— Apocalipsis 21:1-3
El trono que estuvo en Edén, que se manifestó en el Arca, que fue exaltado en Sion, descenderá finalmente en gloria para habitar con los redimidos por toda la eternidad.
📖 Aplicación devocional
Dios no habita en templos hechos por manos, sino en corazones consagrados. Hoy, cada creyente es portador del trono, si su vida es templo del Espíritu.
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”
— 1 Corintios 3:16
Y también:
“El verbo hebreo shakan, habitar, es la promesa de un Dios cercano. Un Dios que camina, que guía, que mora. No en tronos lejanos, sino entre su pueblo, en su campamento, en su corazón.”
— La Maravillosa Gracia de Dios, p. 28
💠 IV. El Trono en Nosotros: El Santuario Viviente
Del Santuario Celestial al Corazón Humano: La Presencia de Dios en su Pueblo
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”
— 1 Corintios 3:16
Desde la eternidad, Dios ha deseado habitar con su creación. No como un soberano distante ni como un legislador frío, sino como un Padre presente, un Redentor cercano, un Dios con nosotros. La gloria de su trono ha sido revelada en el cielo, en la historia, en símbolos y visiones… pero la mayor de sus revelaciones ocurre cuando su trono se establece en el alma humana.
🕊️ El verbo que habita: "Shakan"
En el Antiguo Testamento, el verbo hebreo שָׁכַן (shakan) significa habitar, morar, reposar. Este verbo da origen a la palabra mishkán, tabernáculo, el lugar donde Dios moraba en medio de Israel.
“Y harán un santuario para mí, y habitaré (שָׁכַן) en medio de ellos”
— Éxodo 25:8
Este verbo sagrado no solo describe el acto divino de habitar en un templo físico, sino el deseo eterno del Creador de morar entre —y dentro— de su pueblo.
“Desde el principio, ha sido el propósito de Dios habitar con su creación. El pecado interrumpió esa comunión. Pero el plan de redención no es otra cosa que restaurar lo que se perdió: Dios otra vez morando con el hombre.”
— La Historia de la Redención, p. 15
🛐 El Cuerpo: Templo de la Presencia
En el Nuevo Testamento, esta idea cobra una dimensión más íntima y gloriosa. Ya no se limita al tabernáculo o al templo de Jerusalén, sino que el cuerpo del creyente es llamado "templo del Espíritu Santo":
“¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”
— 1 Corintios 6:19
Cuando el trono se establece en el corazón, el alma se convierte en santuario, el carácter en altar, y cada acción en incienso de adoración.
“Cuando el alma se rinde completamente a Cristo, el corazón se convierte en su trono, y la vida en su templo. Entonces el Espíritu mora y obra en el interior como fuerza santificadora.”
— Mensajes para los Jóvenes, p. 156
🔥 La Presencia que transforma
No puede haber trono sin autoridad, ni presencia divina sin transformación. Cuando Dios habita en nosotros, no permanece indiferente: limpia, redime, reordena, ilumina. Es fuego que purifica, agua que vivifica, ley que se escribe en lo profundo.
“Pondré mis leyes en su mente, y sobre su corazón las escribiré… y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”
— Hebreos 8:10
Así como el trono celestial arde con fuego (Daniel 7:9), el trono en el alma arde con convicción. Así como del trono fluye el río de vida (Apoc. 22:1), del creyente brotan frutos de justicia.
“Cristo no quiere simplemente perdonar nuestros pecados. Él quiere sentarse en el trono del corazón, gobernar los pensamientos, purificar los motivos, y transformar el carácter a su semejanza.”
— El Deseado de Todas las Gentes, p. 173
¿Está Cristo entronizado en tu vida? ¿Hay un lugar para su presencia, o el corazón está ocupado por otros señores? El mayor honor que puede recibir un ser humano no es gobernar naciones, sino ser morada del Altísimo.
“Si alguno me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”
— Juan 14:23
Este trono interior no está hecho de zafiro, ni rodeado de querubines. Está construido con fe, mantenido con obediencia, santificado con oración.
📚 V. La Pedagogía del Trono: Relevancia para Hoy
Recuperando la reverencia, enseñando la majestad, viviendo bajo el reinado del Altísimo
“Jehová reina; regocíjese la tierra… Justicia y juicio son el cimiento de su trono”
— Salmo 97:1-2
En una era saturada de irreverencia, donde la majestad ha sido trivializada y la santidad olvidada, la visión del Trono de Dios irrumpe como una llama en la oscuridad. Vivimos tiempos en los que el corazón humano se exalta a sí mismo, y la sociedad declara su independencia del cielo. Pero el mensaje eterno sigue resonando desde lo alto:
“¡El Señor reina! ¡Venid, postraos ante Él!”
🕯️ La pérdida del sentido de lo sagrado
Para muchas generaciones modernas, la palabra "trono" evoca imágenes de reyes lejanos o cuentos mitológicos. Se ha perdido el lenguaje de la reverencia. Se habla de Dios como de un amigo casual, se ora como quien manda, se adora sin temor ni temblor. El Trono ha sido minimizado, incluso dentro de los atrios del pueblo de Dios.
“El respeto hacia la majestad del cielo ha disminuido grandemente… En nuestras asambleas falta la solemnidad que debiera caracterizar el culto al Dios viviente.”
— Testimonios para la Iglesia, tomo 5, p. 491
Enseñar sobre el Trono de Dios no es simplemente una lección teológica, sino un llamado urgente a recuperar la noción de lo sagrado. Como Elías en el monte Horeb, como Isaías en el templo, como Juan en Patmos, necesitamos ser confrontados con la gloria de Aquel que se sienta en el trono.
🎓 Estrategias para enseñar la majestad
Modelar la reverencia: No se puede enseñar lo que no se vive. Nuestra manera de orar, de entrar al templo, de hablar de Dios, debe reflejar que sabemos ante quién estamos.
Usar los símbolos bíblicos: El lenguaje visual de la Biblia —el fuego, el arco iris, los querubines, las piedras preciosas— comunica con fuerza la gloria del Trono. Presentar estos símbolos ayuda a restaurar el asombro.
Relacionar el trono con gracia y juicio: Mostrar que el trono no es solo poder, sino también redención. No solo juicio, sino también refugio. Esto transforma el temor servil en reverencia amorosa.
Invitar al culto vivo y consciente: Cada himno, cada oración, cada palabra predicada debe ser ofrecida como incienso ante el trono.
“Los ángeles velan sus rostros ante la presencia de Dios. ¿Y nosotros, seres caídos, entraremos a su presencia con liviandad? ¡Cuán urgente es enseñar el respeto hacia el santuario y hacia el Rey del universo!”
— La Educación, p. 242
📖 Una vida vivida ante el trono
En última instancia, no es suficiente hablar del trono. Hay que vivir bajo él. Esto significa reconocer que cada pensamiento, cada elección, cada palabra, será puesta un día ante el Juez del universo (Eclesiastés 12:14). Pero también significa que vivimos bajo el amparo de su gracia, que estamos protegidos por su cetro, y que caminamos bajo la luz de su rostro.
“La vida cristiana verdadera consiste en tener siempre presente el pensamiento de Dios. En vivir como si su trono estuviera delante de nosotros, y su mirada sobre nosotros.”
— Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 261
🔚 Conclusión General
El Trono de Dios: Cumbre de la Verdad, Centro del Universo, Esperanza Eterna
“Después miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo... y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado”
— Apocalipsis 4:1-2
Desde la eternidad no hay imagen más majestuosa, símbolo más poderoso, ni realidad más sublime que el Trono de Dios. En él se concentran el principio y el fin, la justicia y la gracia, el poder y la misericordia. Es el lugar desde donde el universo fue creado, donde el mal fue confrontado, y desde donde fluyen los decretos de la salvación.
Hemos recorrido, con el corazón postrado y la mente elevada, cinco estaciones sagradas:
1. El Trono Eterno del Creador, fundamento del cosmos, trono antes del tiempo.
2. El Trono Celestial, sublime y glorioso, rodeado de serafines y juicio eterno.
3. El Trono en la Tierra, reflejado en Edén, el Arca del Pacto y Sion, morada entre los hombres.
4. El Trono en Nosotros, cuando el alma se convierte en templo y el Espíritu toma posesión.
5. La Pedagogía del Trono, que nos llama hoy a recuperar la reverencia perdida y vivir bajo su gobierno.
“El trono de Dios está en el centro del universo. Desde ese centro fluye luz, amor y vida. Y hacia ese centro, toda la creación está llamada a volver”
— La Maravillosa Gracia de Dios, p. 21
Este trono, ante el cual los ángeles se cubren el rostro, nos llama a adoración, obediencia y consagración. Nos recuerda que no somos dueños de nuestras vidas, sino súbditos de un Rey amante y justo. Nos invita a vivir cada día con la conciencia de que estamos en presencia del Altísimo.
🔭 Mirando hacia el futuro
Pero el trono no pertenece solo al pasado o al presente. Su historia culmina en el porvenir glorioso:
“Y me mostró un río limpio de agua de vida… que salía del trono de Dios y del Cordero”
— Apocalipsis 22:1
“Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán. Verán su rostro… y reinarán por los siglos de los siglos”
— Apocalipsis 22:3-5
¡Oh glorioso día! Cuando el trono que fue oculto, y luego manifestado, será finalmente compartido con los redimidos. No por mérito humano, sino por la sangre del Cordero que se sienta en medio del trono.
“Aquel que sufrió sobre la cruz será exaltado en el trono. Y con Él, los vencedores se sentarán, como Él venció y se sentó con su Padre en su trono”
— El Conflicto de los Siglos, p. 677
🌟 Llamado final
“¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón…”
— Salmo 24:3-4
Hoy, el Rey te llama a su trono. No como esclavo, sino como hijo. No como acusado, sino como redimido. No como extranjero, sino como heredero.
“Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”
— Mateo 25:34
🕊️ Oración final
**Oh Trono eterno, sede de gloria,
en ti se asienta la Verdad,
de ti emanan la justicia y la gracia,
y hacia ti suspira mi alma.
Haz de mi vida un templo,
de mi carácter un altar,
y de mi corazón un trono donde reine tu Espíritu.
Y cuando venga el día sin ocaso,
recíbeme ante tu trono,
no por mis méritos,
sino por la sangre del Cordero.
Amén.**