
Un análisis solemne del reciente nombramiento pontificio a la luz de las profecías de Daniel y Apocalipsis
Teólogo y Escritor
Noticia de Actualidad:
El cardenal Robert Francis Prevost, elegido Pontífice 267º de la Iglesia Católica
El 8 de mayo de 2025, tras dos días de cónclave y en la cuarta votación, los 133 cardenales reunidos en la Capilla Sixtina eligieron al sucesor del papa Francisco. La fumata blanca que anunció la elección del nuevo papa salió de la chimenea del Vaticano a las 18:08 horas, señalando que se había alcanzado la mayoría de dos tercios necesaria para la decisión. Este acontecimiento marca el inicio de un nuevo papado en la Iglesia Católica.
El cardenal Robert Francis Prevost ha sido elegido nuevo papa sucesor del fallecido papa Francisco. Entre los favoritos para ser elegido estaban Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, el filipino Luis Antonio Tagle, y los cardenales italianos Pierbattista Pizzaballa y Matteo Zuppi. También se consideraban otros posibles candidatos como el húngaro Peter Erdö o alguno de los seis cardenales españoles presentes.
El nuevo Papa, León XIV, hasta ahora Robert Francis Prevost, tiene 69 años y es estadounidense, medio latino —nació en Chicago, de padres de origen francés y español, y ha pasado 40 años en Perú, donde ha sido obispo—. De carácter tranquilo y humilde, no despertaba antipatías en ningún sector, puede que por mantener un perfil muy bajo (no ha dado una sola entrevista). Es de los pocos a los que Francisco señaló de alguna manera, al nombrarlo por sorpresa en 2023 jefe del potente dicasterio para los obispos, un cargo en el que ha tenido contacto con todos los continentes. Tiene mucha experiencia tanto pastoral como de gobierno, pues ha sido superior de los agustinos, la orden a la que pertenece, y conoce la Curia.
Prevost ha roto la norma no escrita de evitar nombrar papa a los cardenales estadounidenses por proceder del país más poderoso, quizás por su perfil más complejo. Es un mediador entre los obispos de EE UU, la Iglesia donde la división ideológica y la polarización es más fuerte. Puede hacer regresar las donaciones de Estados Unidos a las maltrechas arcas vaticanas en la era de Donald Trump.
En el marco profético, la elección de un pontífice con estas características puede interpretarse como un paso hacia la consolidación de una unidad religiosa global, en la que se promueve el diálogo interreligioso y la inclusión de diversas comunidades. Este enfoque podría facilitar la formación de una imagen de la bestia, como se describe en Apocalipsis 13, donde se menciona la creación de una estructura que imita la autoridad de la primera bestia.
La elección de un líder con un enfoque en la inclusión y el diálogo interreligioso podría ser vista como un cumplimiento de las profecías que advierten sobre un sistema que busca unir a todas las naciones bajo una autoridad religiosa común, alejándose de los principios establecidos por Dios.
Este desarrollo subraya la importancia de estar atentos a los eventos actuales y de comprender su significado en el contexto de las profecías bíblicas.
✨ INTRODUCCIÓN:
En la bruma de los últimos días, cuando los vientos del conflicto final comienzan a soplar con fuerza creciente, un nuevo acto se levanta sobre el escenario de la historia. No se trata de una escena cualquiera, sino del avance de aquel poder que, cual cuerno pequeño, ha obrado grandes cosas contra el Altísimo, y ha trastornado tiempos y leyes. En medio del clamor global por unidad, paz y justicia social, el reciente nombramiento papal —con toda su carga simbólica y geopolítica— no es un evento aislado, sino parte del entretejido cumplimiento de la Palabra profética que no miente.
“Vi subir de la tierra otra bestia... y hablaba como dragón” (Apocalipsis 13:11): estas palabras retumban con renovada fuerza, pues la diplomacia de Roma no duerme, y sus movimientos tienen el pulso de siglos, la estrategia de un imperio disfrazado de cordero, y la astucia de aquel que se sienta como dios en el templo de Dios. Las señales son claras para quienes velan en oración y estudian con reverencia los rollos antiguos. Cada nombramiento, cada gesto ecuménico, cada palabra de apertura hacia las religiones del mundo, no es sino una pieza más en el avance de la imagen de la bestia que busca sentarse sobre las conciencias de los hombres.
Hoy más que nunca, es hora de levantar la voz del tercer ángel, de anunciar con trompeta clara que el tiempo está cerca. La historia se acelera, y los hijos del Altísimo deben discernir las señales del cielo y la tierra. Este artículo no es mero comentario, sino centinela. No es una reflexión humana, sino un eco de la Palabra profética que clama: “Salid de ella, pueblo mío”.
I. Roma: Herida sanada, poder restaurado
El Apocalipsis contempla a la bestia que recibió una herida mortal, pero cuya llaga fue sanada (Apocalipsis 13:3). Esta sanidad no es meramente religiosa, sino política, diplomática y global. Desde 1929, con la firma de los Pactos de Letrán, la herida comenzó a cerrarse. Desde entonces, cada pontificado ha sido una piedra en el edificio de influencia mundial que la profecía contempló.
El reciente nombramiento del nuevo Papa —ya sea como sucesor directo o como una figura estratégica en el entramado eclesiástico global— representa no solo un cambio administrativo, sino un gesto profético. Roma no cambia: se adapta. Y en cada elección, en cada discurso hacia las naciones, en cada gesto de abrazo con las religiones del mundo, hay un eco del pasado medieval y una sombra del futuro apocalíptico.
"Y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia" (Ap. 13:3).
Hoy, el mundo no teme a Roma; la admira. Los reyes de la tierra consultan con ella, las religiones le rinden honor, y las multitudes la aplauden. La herida está completamente cerrada, y su voz resuena nuevamente, no con la espada del pasado, sino con el engaño de la unidad falsa y la paz sin obediencia.
II. El rol de la segunda bestia: apoyo desde las sombras
El nombramiento papal también debe observarse desde la perspectiva del segundo poder profético: la bestia que sube de la tierra (Apocalipsis 13:11), símbolo del protestantismo apóstata y de la nación que fue fundada sobre principios de libertad pero que hablará como dragón.
Esta bestia no actúa sola. “Ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella” (Ap. 13:12), lo cual indica colaboración directa. No es casual que líderes de potencias occidentales, especialmente de origen protestante, extiendan la mano al pontífice, buscando su guía moral y apoyo diplomático.
En este contexto, cada elección papal tiene respaldo no solo desde Roma, sino desde los pasillos del poder político y económico global. Los vínculos entre el Vaticano y las Naciones Unidas, los foros climáticos, las cumbres de paz y los pactos globales no son neutros: son profecía en movimiento.
III. Un mensaje presente: El último conflicto se avecina
La elección de un Papa no es un hecho profano; es un presagio. El escenario se prepara para el conflicto final. La profecía advierte de una imagen de la bestia que será levantada con poder, y que impondrá una marca a todos los moradores de la tierra (Apocalipsis 13:15-17). Esta imposición religiosa disfrazada de deber moral y justicia global será el último acto del drama.
El nuevo pontífice, con su rostro amable, su mensaje de inclusión, de esperanza social y cuidado ambiental, es parte de ese poder que prepara al mundo para rendir homenaje a un sistema que ha suplantado la Ley de Dios. No es el hombre el problema, sino el trono, la institución, el símbolo profético que representa.
“Vi venir del cielo otro ángel que tenía gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria... ¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande!” (Ap. 18:1-2).
IV. Una exhortación solemne: El llamado del tercer ángel
Mientras el mundo se maravilla ante la escena religiosa, los hijos de la luz no pueden dormir. Se necesita voz de atalaya, anuncio con poder, proclamación sin temor. El mensaje de los tres ángeles no ha perdido vigencia; hoy más que nunca, se requiere que sea proclamado con fuego celestial:
“Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios...” (Ap. 14:9-10).
Aquel que guarda los mandamientos de Dios y tiene la fe de Jesús (v. 12) será contado entre los vencedores. El pueblo de Dios no puede ser hallado contemplando pasivamente el escenario; debe actuar, predicar, advertir y preparar.
🕯️ CONCLUSIÓN: EL ÚLTIMO ACTO DEL DRAMA
El telón de la historia está por caer, y cada escena que se despliega ante los ojos del mundo no es casualidad, sino cumplimiento viviente de lo que fue escrito con tinta eterna en los libros proféticos. El reciente nombramiento pontificio, aunque celebrado por las multitudes como un símbolo de unidad, esperanza y renovación, es en realidad un paso más hacia la consumación del gran conflicto entre la verdad y el error, entre el Cordero inmolado y el poder usurpador que pretende sentarse en el trono divino.
No es el hombre en sí quien cumple la profecía, sino el sistema que representa: una estructura religiosa y política que busca unir a la humanidad bajo normas humanas disfrazadas de piedad. Con palabras suaves y gestos amables, se está preparando el camino para la imposición de una religión globalizada, donde el culto verdadero será marginado, y los mandamientos de Dios sustituidos por preceptos de hombres.
El Espíritu advierte: “Engañará a los moradores de la tierra... diciendo que hagan imagen a la bestia” (Apocalipsis 13:14). Esa imagen, esa unión ilegítima entre Iglesia y Estado, entre poder espiritual y poder civil, ya está en formación. Y la elección del nuevo líder en Roma —con su historia de diálogo interreligioso, sensibilidad social y perfil incluyente— no es sino una pieza maestra en ese tablero profético que se prepara para el último movimiento.
A nosotros, los que aguardamos la venida del Rey verdadero, se nos demanda una posición clara. No podemos dormir. No podemos silenciar la trompeta. El mensaje del tercer ángel debe resonar con poder en cada rincón del mundo, y la verdad presente —aquella que exalta la Ley de Dios y la fe de Jesús— debe ser proclamada aunque los cielos se desplomen.
“Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel” (Amós 4:12).
Este es el clamor de medianoche. Este es el llamado al remanente. Este es el momento para vestirnos con la armadura de la fe, empuñar la espada del Espíritu, y levantar la antorcha de la profecía en medio de la creciente oscuridad. El tiempo no espera. La eternidad está a las puertas.