Fidelidad en la prueba, gloria en la eternidad
Teólogo y Escritor
Introducción
En el corazón profético del Apocalipsis resuena un mensaje inmortal dirigido a siete iglesias de Asia Menor. Estas comunidades fueron reales, palpables, y en sus calles resonaron las voces de cristianos fieles que sostuvieron la antorcha de la verdad. Sin embargo, tras sus nombres y circunstancias se oculta un significado más vasto, una dimensión que trasciende el tiempo: cada iglesia representa un período específico en la historia del cristianismo, y una condición espiritual que se repite en las iglesias y corazones a través de las edades.
La segunda de estas iglesias —Esmirna— se yergue como un emblema de fidelidad incorruptible en medio del dolor. Es la iglesia que sufre, la que es perseguida hasta la muerte, y sin embargo no es reprendida. Su voz aún clama desde los siglos: "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida" (Apocalipsis 2:10).
Este mensaje no solo honra a una comunidad del pasado, sino que encierra una profecía que abarca los siglos oscuros de persecución, desde el segundo siglo hasta el cuarto, cuando los cristianos eran arrojados a las fieras, quemados en hogueras, y aún así no negaban a su Salvador. Como escribe Elena G. de White: “El mundo fue un vasto campo de batalla sobre el cual se combatía la verdad y el error” (El Conflicto de los Siglos, p. 42).
Esmirna no habla solo del pasado. Su voz se dirige también a ti, lector fiel, que enfrentas pruebas por causa de Cristo. Su llamado sigue vigente, y su promesa permanece firme como el trono del Altísimo.
🏛️ ESMIRNA: UNA JOYA DE ASIA, PROBADA POR EL FUEGO
Para comprender la grandeza espiritual del mensaje a Esmirna, es imprescindible primero contemplar el entorno en el que esta iglesia floreció. La ciudad de Esmirna —hoy Izmir, en la moderna Turquía— era, en los días del apóstol Juan, una de las más bellas y leales ciudades del Asia Menor romana. Era llamada “la corona de Asia”, una metrópolis de esplendor arquitectónico, riqueza comercial y ferviente lealtad al Imperio.
Fundada siglos antes de Cristo, Esmirna fue destruida y luego reconstruida por Alejandro Magno, alcanzando un alto nivel de planificación urbana y esplendor cultural. Contaba con un teatro magnífico, una biblioteca notable y templos dedicados a dioses paganos como Zeus, Cibeles y Dionisio. Pero lo que la distinguía de otras ciudades era su devoción al culto imperial, siendo de las primeras en erigir un templo a Roma y al emperador. Esta adoración cívica del César como divinidad fue una prueba directa para los cristianos que se negaban a proclamar “¡César es Señor!”, declarando en cambio con santa firmeza: “Jesucristo es el Señor” (Filipenses 2:11).
La iglesia de Esmirna nació en medio de esta hostilidad. No se nos dan muchos detalles en el libro de los Hechos sobre su fundación, pero sabemos que el Evangelio se esparció por toda Asia Menor a través del ministerio del apóstol Pablo y sus colaboradores (Hechos 19:10). Pronto, una comunidad de creyentes fieles surgió en Esmirna, compuesta por gentiles convertidos y judíos mesiánicos, que enfrentaban no solo la presión del paganismo, sino también la oposición de ciertos sectores del judaísmo que denunciaban a los cristianos ante las autoridades romanas.
Jesús mismo, en Su mensaje profético a esta iglesia, revela su conocimiento íntimo de sus tribulaciones:
“Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico)...” (Apocalipsis 2:9).
La palabra “tribulación” utilizada aquí proviene del griego θλῖψις (thlipsis), que denota una presión aplastante, como la de un molino que tritura el grano. Esta imagen es elocuente: los cristianos de Esmirna estaban siendo literalmente aplastados por la persecución, pero el cielo los veía como ricos en fe y esperanza.
Esmirna representa también, en el plano profético, el período de la iglesia cristiana que va aproximadamente del año 100 al 313 d.C., una era marcada por intensas persecuciones bajo emperadores como Domiciano, Trajano y Diocleciano. Miles de mártires dieron su vida por Cristo. Uno de los más conocidos fue Policarpo, obispo de Esmirna y discípulo del apóstol Juan, quien murió quemado en la hoguera en el año 155 d.C., testificando con valentía:
“Ochenta y seis años he servido a mi Señor, y Él nunca me ha fallado. ¿Cómo podría blasfemar contra mi Rey que me salvó?”
Elena G. de White escribe:
“Durante siglos se permitió que Satanás desahogara su odio contra los seguidores de Cristo. El cristianismo se hizo objeto del odio y la persecución más despiadada...” (El Conflicto de los Siglos, p. 40).
Y sin embargo, cuanto más se intentaba apagar la luz de Cristo en Esmirna, más brillaba.
📜 “SE FIEL HASTA LA MUERTE”: EL MENSAJE DE CRISTO A ESMIRNA
Apocalipsis 2:8
“Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:”
Cristo se presenta con dos títulos profundamente significativos. “El primero y el postrero” es un eco del Antiguo Testamento (Isaías 44:6), una afirmación clara de Su divinidad y eternidad. Él existía antes de todas las cosas y permanecerá después del fin de todas. Esta declaración es un consuelo para una iglesia perseguida: su Señor está por encima del tiempo y del imperio.
“El que estuvo muerto y vivió” habla del poder de Cristo sobre la muerte. Es una promesa implícita: si Él venció la tumba, también sus seguidores —aunque mueran por la fe— vivirán.
“Cristo, mediante su muerte, destruyó al que tenía el imperio de la muerte... y aseguró la resurrección para todos los que confían en Él” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 785).
Apocalipsis 2:9
“Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.”
Aquí Cristo demuestra conocimiento profundo de las circunstancias de la iglesia. La palabra “conozco” implica más que información: expresa compasión, cercanía y comprensión plena.
- “Tu tribulación”: Como mencionamos antes, indica una persecución opresiva. Esta tribulación era tanto física como económica.
- “Tu pobreza (pero tú eres rico)”: Esmirna, ciudad rica, despreciaba a los cristianos, que eran despojados de bienes por su fe. Sin embargo, Cristo declara que son ricos: ricos en fe, esperanza y fidelidad.
“Dios mide el valor del hombre por la pureza de su alma y por la riqueza de su experiencia en las cosas divinas” (Testimonios para la Iglesia, t. 3, p. 30).
- “La blasfemia de los que se dicen ser judíos”: Se refiere a opositores que, aunque de origen judío, actuaban en contra del propósito divino, aliándose con el Imperio contra los cristianos. En el plano espiritual, representa a todo grupo religioso que profesa piedad pero persigue la verdad, y se convierte así en instrumento del enemigo.
Apocalipsis 2:10
“No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.”
Este es el corazón del mensaje a Esmirna. Cristo no promete evitar el sufrimiento, pero sí da una orden divina acompañada de una promesa gloriosa:
- “No temas”: Es la palabra que más repite Dios a su pueblo perseguido (Isaías 41:10). Aunque el sufrimiento es real, la presencia divina es más poderosa.
- “Diez días”: Representa un período profético de diez años literales. Esta profecía se cumple históricamente en con la persecución bajo Diocleciano (303–313 d.C.), uno de los periodos más sangrientos de la historia cristiana.

- “Sé fiel hasta la muerte”: La fidelidad no es hasta que sea difícil, sino hasta el fin. Es el llamado supremo al sacrificio total por amor a Cristo.
- “La corona de la vida”: El griego usa “stephanos”, la corona del vencedor, no la del rey. Es el galardón de los que triunfan en la fe. Elena G. de White dice:
“La recompensa de los fieles no es esta vida, sino la vida venidera, una corona inmortal” (Primeros Escritos, p. 39).
Apocalipsis 2:11
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.”
Aquí el mensaje se universaliza: no solo a Esmirna, sino a todos los que escuchen la voz del Espíritu. La promesa es poderosa: aunque mueran físicamente, no serán tocados por la “segunda muerte” —la muerte eterna del juicio final (Apocalipsis 20:6, 14).
Los fieles de Esmirna fueron perseguidos, calumniados y asesinados, pero su historia no termina allí. Serán resucitados en gloria y no tendrán parte en la condenación final.
🔥 VENCEDORES EN MEDIO DE LA TORMENTA
El mensaje a la iglesia de Esmirna resuena a través de los siglos como un grito sagrado de valor, fidelidad y esperanza inmortal. Aquellos creyentes no fueron conocidos por su poder terrenal ni por su influencia política, sino por algo infinitamente más valioso: una fe inquebrantable en el Hijo de Dios, incluso ante el filo de la espada y la hoguera del martirio.
La Iglesia profética de Esmirna esta representada desde el año 100 hasta el año 313 d.C. La iglesia que fue perseguida terriblemente y sin embargo se mantuvo fiel al señor. En el año 313 se le puso fin a la persecución cristiana por medio del edicto de Milán firmado por el emperador Constantino y Licinio, dando por concluido un periodo de atrocidades y persecuciones a los cristianos de la iglesia primitiva. Cuatro siglos de opresión, persecución, martirios de la iglesia primitiva. Sin embargo en medio de tanto dolor y desolación Dios estaba con su pueblo fiel remanente.

Hoy, el mundo parece distinto, pero las pruebas no han desaparecido. Quizá no enfrentemos aún cárceles romanas ni fieras en el coliseo, pero el desprecio, la burla, la marginación y la presión para ceder ante el espíritu del mundo están más presentes que nunca. Vivimos en una era en que el culto al yo, al placer y al poder rivaliza con el culto al César de antaño. Y al igual que en Esmirna, Cristo nos llama a no temer, sino a ser fieles —aunque cueste la reputación, el empleo, la comodidad... o la vida.
Elena G. de White, escribiendo sobre los tiempos finales, advirtió:
“El tiempo de angustia que espera al pueblo de Dios requerirá una fe que pueda soportar el cansancio, la demora y el hambre; una fe que no desfallezca aunque se vea severamente probada” (El Conflicto de los Siglos, p. 709).
Y sin embargo, también nos asegura:
“El que por Cristo sacrifica su vida en este mundo la hallará en la eternidad. Cristo, la Vida, se encargará de guardar con seguridad esa vida hasta el día de la resurrección” (El Deseado de Todas las Gentes, p. 330).
La historia de Esmirna nos llama hoy a vivir sin temor, a valorar la fidelidad por encima de la comodidad, y a mirar más allá de la cruz presente hacia la corona eterna que Cristo promete a los vencedores. Porque aquellos que no temen la primera muerte, jamás conocerán la segunda.