Cristo: El Puente Forjado en la Caída, la Esperanza Nacida del Pecado

 

Introducción:

En el tapiz cósmico de la redención, la figura de Cristo emerge no solo como el Verbo eterno, sino como el Hijo encarnado en la fragilidad de la condición humana caída. La pregunta que nos convoca es audaz: ¿Asumió Cristo una naturaleza humana afectada por las consecuencias del pecado, una naturaleza postlapsaria? Explorar esta cuestión nos lleva al corazón del misterio de la encarnación y a la profundidad insondable del amor divino.

En el vasto e intrincado jardín de la teología cristiana, pocas preguntas han suscitado debates tan apasionados y profundos como la naturaleza de Cristo. Más allá de la afirmación fundamental de su divinidad, yace un enigma que desafía nuestra comprensión: ¿Qué tipo de humanidad asumió el Verbo encarnado? ¿Se revistió de una naturaleza inmaculada, impermeable a las consecuencias del pecado, o se sumergió en la fragilidad de nuestra condición postlapsaria, marcada por la caída de Adán?

Esta no es una mera disquisición académica. En la balanza de esta pregunta se juega nuestra propia comprensión de la redención, nuestra capacidad de identificarnos con Cristo y la magnitud de su victoria sobre el pecado. Si Cristo asumió una naturaleza humana fundamentalmente diferente a la nuestra, ¿cómo podemos aspirar a seguir sus pasos? ¿Cómo podemos encontrar consuelo en su empatía si su experiencia del pecado es radicalmente distinta a la nuestra?

Imaginemos por un momento el abismo que se abrió entre Dios y la humanidad en el Edén. Un abismo de culpa, dolor, separación y muerte. Para construir un puente sobre ese abismo, ¿bastaría con un Salvador que se mantuviera a distancia, observando nuestra lucha desde la orilla? ¿O se requería un Redentor que se adentrara en las profundidades de nuestra condición caída, compartiendo nuestras heridas y enfrentando nuestras mismas tentaciones?

Esta es la paradoja que nos convoca: Cristo, el Hijo eterno de Dios, se hizo hombre. Pero, ¿qué clase de hombre? ¿Un Adán restaurado, inmune a la corrupción del pecado, o un miembro más de la humanidad caída, sujeto a las mismas debilidades y vulnerabilidades que nosotros? Explorar esta cuestión nos obliga a adentrarnos en el corazón del misterio de la encarnación, a confrontar las complejidades de la teología bíblica y a meditar en la profundidad insondable del amor divino que se manifestó en Cristo Jesús.

A lo largo de este artículo, nos embarcaremos en un viaje teológico que nos llevará a examinar la evidencia bíblica, a considerar las perspectivas de diversos teólogos y a reflexionar sobre las implicaciones prácticas de esta doctrina para nuestra vida cristiana. Prepárense para cuestionar sus propias suposiciones, para abrazar la tensión inherente a este misterio y para descubrir una nueva apreciación por la grandeza del sacrificio de Cristo, el Puente Forjado en la Caída, la Esperanza Nacida del desde el momento en que entró el Pecado.

I. El Dilema Teológico: ¿Una Naturaleza No Caída en un Mundo Corrupto?

La teología tradicional a menudo ha enfatizado la impecabilidad absoluta de Cristo, argumentando que, para ser el Cordero sin mancha, debía poseer una naturaleza humana no caída, inmune a las tendencias pecaminosas inherentes a la condición humana postlapsaria. Sin embargo, esta postura plantea interrogantes difíciles:

¿Cómo podría Cristo identificarse plenamente con nuestra lucha contra el pecado si no compartía nuestra inclinación hacia él?

¿Cómo podría ser nuestro ejemplo perfecto si su naturaleza humana fuera fundamentalmente diferente a la nuestra?

¿Cómo podría ser "tentado en todo según nuestra semejanza" si carecía de la inclinación interna hacia el pecado?


II. La Evidencia Bíblica: Un Cristo Vulnerable y Empático

1. Las Escrituras nos presentan a un Cristo que no es ajeno al sufrimiento, la tentación y la vulnerabilidad. Hebreos 4:15 declara audazmente: 

"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado."

Este versículo clave sugiere que Cristo experimentó la tentación en su máxima intensidad, enfrentando las mismas presiones internas y externas que nosotros enfrentamos. Su victoria no fue el resultado de una naturaleza inmune al pecado, sino de una voluntad firme y una dependencia total del Padre.

2. Otro pasaje importante que nos ayuda a comprender a un Cristo vulnerable y empático en una naturaleza Caída pero sin pecado es Gálatas 4:4:

"Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley"

El hecho de que Cristo naciera "de mujer" lo conecta directamente con la línea de descendencia humana, afectada por el pecado. Nacer "bajo la ley" también implica que estaba sujeto a las limitaciones y demandas de la ley mosaica, diseñada para una humanidad caída. Cristo como descendiente de mujer (humanidad) también se sujetó al padre celestial y a todos los requerimientos de los mandamientos, la misma ley que el mismo en su preexistencia había escrito en tablas de piedra en el Sinaí.

3. El siguiente pasaje bíblico nos ayuda a comprender mejor aún este concepto. Romanos 8:3:

"Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne"

La frase "en semejanza de carne de pecado" es crucial. No dice que Cristo tenía "carne de pecado", sino "semejanza". Esto sugiere que su humanidad era similar a la nuestra, afectada por las debilidades de la carne, pero sin la corrupción interna que nos lleva a pecar. La "carne" aquí representa nuestra naturaleza humana debilitada por el pecado.

4. El mismo apóstol Pablo en la siguiente cita nos sigue explicando de manera contundente la naturaleza de Cristo. 2Corintios 5:21:

"Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él."

Si bien este versículo se centra en la imputación de nuestro pecado a Cristo, también subraya su impecabilidad. Él "no conoció pecado", lo que significa que nunca experimentó la corrupción interna ni la inclinación hacia el mal. Sin embargo, al "hacerse pecado por nosotros", asumió la carga de nuestra culpabilidad y las consecuencias de nuestra rebelión.

5. La Tentación de Jesús en el desierto (Mateo 4:1-11) nos deja un mensaje bastante claro respecto de la naturaleza de Cristo. La narración de la tentación en el desierto revela la intensidad de las pruebas que Cristo enfrentó. Satanás lo tentó en sus puntos más vulnerables: el hambre física, el deseo de poder y la búsqueda de seguridad. Si Cristo hubiera tenido una naturaleza inmune a estas tentaciones, la narrativa perdería su fuerza y relevancia. El hecho de que resistiera la tentación demuestra su humanidad auténtica y su dependencia del Espíritu Santo.

6. Un pasaje muy usado con relación a la naturaleza humana de Cristo es Marcos 13:32:

"Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre."

Este versículo a menudo se usa para demostrar la limitación del conocimiento humano de Cristo durante su encarnación. Aunque era divino, voluntariamente se limitó a sí mismo, experimentando las restricciones de la condición humana. Esta limitación del conocimiento es consistente con la idea de una naturaleza humana auténtica, aunque sin pecado.


III. Una Perspectiva de: Cristo en la Carne de Pecado

1. El Espíritu de Profecía nos ofrece algunas citas que quisiera compartir con ustedes, y que son cruciales sobre una mejor comprensión de la naturaleza de Cristo y nos ofrece una perspectiva crucial: 

"Dios se hizo carne en favor de la raza caída, aunque la naturaleza humana de Cristo no era exactamente igual a la de Adán en el Edén, sino semejante a la nuestra después de la caída, aunque no con la propensión heredada a la trasgresión, y por lo tanto una naturaleza humana inmaculada." (Mensajes Selectos, Tomo 1, p. 292).

Esta declaración matizada sugiere que Cristo asumió una naturaleza humana debilitada por el pecado, pero sin la corrupción moral inherente que nos impulsa a pecar. Su victoria sobre el pecado fue, por lo tanto, una victoria genuina, ganada en el mismo campo de batalla en el que nosotros luchamos.

2. La siguiente cita que comparto con usted mi estimado lector, nos aclara todabia mas el concepto de la naturaleza de Cristo:

 "Cristo fue tentado como hombre. Estuvo sujeto a la tentación como nosotros. Podía haber pecado; tenía la posibilidad de pecar. No era un autómata. Vino en carne humana, sujeto a las tentaciones a las que la carne humana está sujeta." (Mensajes Selectos, Tomo 1, p. 476)

Esta declaración se encuentra hablando sobre la realidad de la tentación de Cristo y la necesidad de que los cristianos resistan la tentación con la ayuda de Dios. Subraya que Cristo experimentó la tentación como un ser humano real, con la posibilidad genuina de pecar. No era simplemente una simulación de tentación, sino una lucha real.


IV. Implicaciones para Nuestra Vida Cristiana:

Reconocer la naturaleza postlapsaria de Cristo tiene profundas implicaciones para nuestra vida cristiana:

  • Nos ofrece esperanza: Si Cristo venció el pecado en una naturaleza similar a la nuestra, nosotros también podemos vencer, por medio de su gracia.
  • Nos impulsa a la humildad: Entender que Cristo no tenía una ventaja inherente sobre nosotros nos recuerda que nuestra salvación depende totalmente de su gracia y poder.
  • Nos motiva a la empatía: Al identificarse plenamente con nuestra condición, Cristo nos llama a amar y comprender a aquellos que luchan contra el pecado.
La pluma inspirada  enfatiza repetidamente la posibilidad de vencer el pecado a través de la gracia de Cristo. Aquí te presento una cita poderosa y representativa de esta creencia:
"A todos los que reciben a Cristo como un Salvador personal, el poder de llegar a ser hijos de Dios les es dado. Reciben el poder de vivir una nueva vida, una vida santa. Ya no están esclavizados por los hábitos que los ataban. Mediante la gracia de Cristo pueden vencer el pecado." (El Camino a Cristo, p. 49)
Esta cita se encuentra en el capítulo "Qué Hacer Para Ser Salvo", donde se explica cómo recibir a Cristo y experimentar la transformación que Él ofrece. Esta declaración es clara y directa: "Mediante la gracia de Cristo pueden vencer el pecado." No es una mera sugerencia o posibilidad remota, sino una afirmación contundente de que la gracia de Cristo nos capacita para superar el pecado.

Las siguientes tres citas ayudan a comprender finalmente lo que Dios por medio de Cristo hizo y lo que espera que hagamos:

"Cristo vino a este mundo y vivió una vida perfecta, para que pudiera impartir su justicia a la humanidad, para que a través de su poder pudiéramos vencer el pecado y llegar a ser perfectos en él." (Review and Herald, 21 de mayo de 1901)

"La promesa es: 'Pedid, y se os dará.' Pedid poder para vencer el pecado. Cristo vino para daros poder. Él es una fuente de fuerza, y ¿por qué no aprovecháis esta fuente?" (Nuestra Elevada Vocación, p. 131)

"No tenéis que permanecer esclavos del pecado. Cristo vino para haceros libres. Si os proponéis permanecer esclavos de Satanás, eligiendo las tinieblas en vez de la luz, podéis hacerlo. Pero Cristo vino para romper vuestras cadenas, para libertaros." (El Deseado de Todas las Gentes, p. 466)

Estas citas, y muchas otras, revelan la firme convicción de que la gracia de Cristo es suficiente para capacitarnos para vencer el pecado y vivir una vida de santidad. Esta es una de las piedras angulares de la teología adventista y una fuente de esperanza y aliento para los creyentes de todo el mundo.


Conclusión: Un Misterio de Amor y Redención

Al concluir esta exploración del misterio de la naturaleza postlapsaria de Cristo, nos encontramos al borde de un abismo de asombro y reverencia. Hemos sondeado las profundidades de la Escritura, hemos considerado las perspectivas de la teología tradicional y hemos reflexionado sobre ellas, todo en un intento de comprender la esencia misma de nuestro Redentor.

La pregunta que nos ha guiado – ¿asumió Cristo una naturaleza humana afectada por la caída, pero sin la corrupción inherente del pecado? – no encuentra una respuesta fácil ni definitiva. En cambio, nos invita a abrazar una tensión creativa, a aceptar la paradoja de un Dios que se hizo hombre, experimentando las limitaciones y debilidades de nuestra condición, pero sin ceder jamás a la tentación.

Hemos visto que las Escrituras presentan a un Cristo vulnerable, tentado en todo según nuestra semejanza (Hebreos 4:15), nacido de mujer y bajo la ley (Gálatas 4:4), y enviado en semejanza de carne de pecado (Romanos 8:3). Estos pasajes sugieren que Cristo se identificó plenamente con nuestra humanidad caída, compartiendo nuestras luchas y enfrentando nuestras mismas pruebas.

Al mismo tiempo, hemos reconocido que Cristo fue impecable, sin mancha de pecado (2 Corintios 5:21), el Cordero sin defecto ni imperfección (1 Pedro 1:19). Su victoria sobre el pecado no fue el resultado de una naturaleza inmune a la tentación, sino de una voluntad firme, una dependencia total del Padre y el poder del Espíritu Santo.

El Espíritu de Profecía con su claridad y perspicacia características, nos ofrece una perspectiva equilibrada. Afirma que Cristo tomó sobre sí la naturaleza humana después de 4,000 años de separación de Dios, aceptando los resultados de la ley del pecado. Sin embargo, también enfatiza que Cristo no hizo ostentación de una humanidad diferente de la nuestra, porque entonces no podría ser nuestro ejemplo.

En última instancia, la naturaleza postlapsaria de Cristo es un misterio que trasciende nuestra plena comprensión. Es un tapiz tejido con hilos de gracia, humildad y amor incondicional. Al contemplar este misterio, aprendemos que:

  • La gracia de Dios es suficiente: Si Cristo venció el pecado en una naturaleza similar a la nuestra, nosotros también podemos vencer, por medio de su gracia. No estamos solos en nuestra lucha contra el pecado; tenemos un Salvador que nos comprende, que nos fortalece y que nos capacita para vivir una vida de victoria.

  • La humildad es esencial: Reconocer que Cristo no tenía una ventaja inherente sobre nosotros nos recuerda que nuestra salvación depende totalmente de su gracia y poder. No podemos ganar nuestra salvación por nuestros propios méritos; debemos depender completamente de la justicia de Cristo.

  • La empatía es un llamado: Al identificarse plenamente con nuestra condición, Cristo nos llama a amar y comprender a aquellos que luchan contra el pecado. No debemos juzgar ni condenar a los demás, sino mostrarles la misma compasión y misericordia que Cristo nos ha mostrado.

La doctrina de la naturaleza postlapsaria de Cristo no es simplemente un ejercicio teológico; es una invitación a una relación más profunda y significativa con nuestro Salvador. Es una invitación a confiar en su gracia, a seguir su ejemplo y a compartir su amor con el mundo.

Que podamos vivir a la altura de nuestro llamado, proclamando con valentía la buena noticia de que en Cristo, el Puente Forjado en la Caída, encontramos la Esperanza Nacida del Pecado, la promesa de una vida transformada y la seguridad de la redención eterna. Amén.

Te invito a meditar en este misterio, a orar por una mayor comprensión y a permitir que la gracia de Cristo transforme tu vida. ¡Que podamos vivir como testigos de su victoria, compartiendo la esperanza de la redención con un mundo que anhela la luz!



Jose M. Suazo - MDiv.
Teólogo y Escritor